La otra orilla
Dimas Haba
Soberanía alimentaria
Los afanes
Quien nos iba a decir que deseáramos tanto la entrada de un año nuevo y todo lo que eso supone, lo que lleva consigo. Somos un año mayores, el calendario pasa sus páginas a una velocidad de vértigo, y el tiempo ha dejado de ser un obstáculo, se ha convertido en un compañero inseparable. Peor que el pasado año no podrá ser este o, dicho de otro modo, muy mal tienen que salir las cosas para que este año nuevo no supere en alegrías al pasado, aunque las alegrías sean muy escasas. Un verso de Hölderlin nos dice: " el hacer diario de los hombres nace con nueva meta".
La evolución humana nos hace regresar a nuestro carácter de homínidos, no sin dejar matices importantes en nuestra impronta. Nuestra catalogación de homo sapiens, ha dado paso al nuevo homo coronavensis, un ser extraño y solitario, sin libertad, manipulado por aquellos que no han dado un palo al agua, a los que les cuesta respirar con facilidad, seres horizontales, sin lecturas, sin educación, y con el odio y el miedo metidos en sus cuerpos. Nuestros asuntos de libertad han dejado de ser racionales, la libertad y la razón deben estar unidos, pero ahora, en nuestra nueva etapa evolutiva se han separado definitivamente. El concepto de "cumplimiento" ha dado paso a la ira y a la dependencia. Nos estamos convirtiendo en estúpidos, y como escribía Musil en Sobre la estupidez: "ser estúpido para no mostrarse inteligente, actitud que se considera estúpida, acaba por reducir al hombre a la desesperación, o sea, a un estado de debilidad".
Recuerdo un libro de Bernard Henry-Levi titulado La barbarie con rostro humano. En él nos dice: "La palabra sólo goza de libertad cuando
tiene la libertad de intercambiarse". Y aún más: "Cuidado con el estalinismo con rostro humano, que bien podría tener el cuerpo de aquello que nosotros llamábamos antaño las sociedades de libertad y que adopta hoy la forma de una tecnocracia peripuesta".
Si hay algo que hemos deseado con la entrada del nuevo año, esto es y debe ser la libertad, y con ella un compromiso moral que nos envuelva, que nos alimente, que nos defienda. No se puede llamar libertad al formalismo que hoy día defienden los incultos, los que no leen, los que no piensan, o mejor, aquellos que no desean que pensemos. Pero andan equivocados, muy equivocados, la luz seguirá siendo luz y a la libertad se le seguirá llamando libertad, aunque les duela. Como decía Hölderlin "No hay que confundirse, es un hombre libre a quien no le gusta que le pisen".
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