Entre dos orillas

Juan A. Romero

jaromero@paginasdelsur.com

Juan Romero y Diego Carrasco, sístole y diástole albiazul

Llega la hora de la verdad para los miles de valientes que engrosan las filas del batallón blanco y azul que sigue sin miramientos los colores de una bandera que nunca será derrocada por más que la quieran derribar. El Decano ha presentado su campaña de abonados, la más difícil de toda su historia pero a la vez la más atractiva de pergeñar por la dificultad.

Que nadie le quite la razón ni contradiga a quienes critican que el Recre está donde está por mala gestión y una concatenación de erráticas decisiones de algunas mentes pensantes. Y que se ha gastado mucho más de lo debido. Es justo reconocer que se han ido por el sumidero millones en contrataciones de jugadores que han zaherido su escudo. Todo eso y mucho más es una realidad palmaria, como también lo es que solo el alcalde sabe quién estuvo a su lado la fatídica madrugada en que todos terminaron llorando cuando lograron evitar la desaparición del Abuelo, después de muchas llamadas de teléfono en busca del grial que permitiera la salvación. Que más da eso ahora. Si de remembranzas hablamos, muchas son las vejaciones cometidas con nuestra vetusta pero querida Huelva, y sin embargo la seguimos amando cada día más e incluso hemos perdonado a quienes perpetraron tales fechorías. Por eso, ahora llega la hora de los valerosos aficionados que siguen dispuestos a renovar más que su carné, su ilusión y fidelidad por un equipo que representa un sentimiento y sirve de lazo umbilical para todos los onubenses. Quien dude de ello que rememore aquella final de Copa del Rey en la que afloró el orgullo de toda una ciudad como nunca antes había ocurrido.

Mucho tardaremos en revivir los tiempos del cuerno de la abundacia futbolística, empero ojalá el tambor del recreativismo vuelva a rufar con más fuerza que nunca y la cornucopia nos devuelva los momentos felices que la dicha nos quitó en fatídicas temporadas. Abandonar al Recre ahora sería como condenar al ostracismo a uno de nuestros seres cercanos, porque el Recre es eso, uno de los nuestros. Cuando pienso en el Decano, me acuerdo de una casa de la calle Villalba del Alcor donde late a sus ochenta y siete primaveras uno de los corazones más recreativistas que conozco, el de Juan Romero, un hincha que le robó miles de tardes al almanaque y juntaba algunos ahorrillos sin menoscabo de la economía familiar para su abono. O en un recién nacido que responde por Diego Carrasco, a quien su padre hizo socio al momento de alumbrar ¿Y qué unirá siempre a Juan y Diego? El recreativismo.

El destino no tiene rival escribiendo guiones. Y el Recre seguro que revivirá. No vale mirar atrás, hay que seguir y creer...

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