Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
EL primer emperador chino, el gordo y cruel Qin Shi Huang, estaba tan obsesionado por la idea de la inmortalidad que se hizo enterrar con un ejército de guerreros de terracota que lo protegieran de los malos espíritus del más allá. Ese ejército fue descubierto por unos campesinos en la ciudad de Xi'an, y muchos de nosotros lo hemos podido ver en las réplicas que se exhiben en una muestra itinerante. Pero lo que mucha gente ignora es que Qin Shi Huang murió envenenado por las píldoras de mercurio que le preparaban sus médicos con la promesa de que esas píldoras iban a hacerlo inmortal. Si hubiese sido más paciente, el emperador podría haber vivido hasta los setenta u ochenta años, que eran muchos años para una persona de su época. Pero el hombre se dejó cegar por la idea de ser inmortal y acabó envenenado por sus propios sueños -en forma de pastillas de mercurio- a la edad de 49 años.
Me he acordado de Qin Xi Huang en estos días de impasse político, cuando no está nada claro que se pueda formar un gobierno estable. Porque tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez demuestran tener la misma obsesión ridícula por su perdurabilidad que aquella que impulsó al primer emperador chino a dejarse envenenar por sus propios médicos. Y es que los dos quieren rodearse como sea de un ejército fantasmagórico que les haga creer que poseen un poder que en realidad ya no tienen. Y los dos están dispuestos a hacer lo que sea con tal de perpetuarse en el poder, aunque su obsesión por la supervivencia pueda costarles la vida política no sólo a ellos, sino a sus propios partidos con todos sus militantes y sus cargos.
Mariano Rajoy tiene encima tantos casos de corrupción que lo más prudente sería renunciar a la reelección y dejar que otra persona de su partido negociara la investidura. Y Pedro Sánchez, empeñado en alcanzar como sea el sueño de la inmortalidad, se ha propuesto encabezar un gobierno con Podemos que en realidad acabaría siendo su propia tumba. Los dos están poniendo en peligro la débil recuperación económica y la estabilidad de este país, pero nada de eso les preocupa porque se han empeñado en tener sus fúnebres y vistosos ejércitos de terracota. Sólo que seremos nosotros, los ciudadanos que pagamos los impuestos que les permiten reinar en la política, quienes acabaremos siendo enterrados con ellos. La vida es así, amigos.
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