Historias en red

El trabajo en red es seña de identidad de las empresas que anteponen las personas a los beneficios

Entre los mensajes llenos de tristeza por la muerte de Almudena Grandes, hay uno que se me ha quedado dando vueltas. Se lamentaba su editor, Juan Cerezo, de que ya no podremos leer nunca Mariano en el Bidasoa, el libro con el que la escritora madrileña esperaba cerrar Episodios de una guerra interminable, su ambicioso proyecto narrativo sobre la resistencia antifranquista. En esta última obra, cuenta Cerezo, Almudena tenía la intención de unir muchos hilos de las cinco novelas anteriores, en una red perfectamente entrelazada donde confluían los personajes de tantas historias. Esa trama rota, destejida, esa red abierta y sin sentido me parece ahora la imagen más certera y devastadora del dolor que ha causado su adiós, del hueco que deja en el corazón de amigos y lectores.

Sin poder quitarme de la cabeza ni a Mariano ni al Bidasoa, oigo en un mercado otra historia sobre redes. Me la cuenta Alicia, que tiene una pequeña granja ecológica en un pueblito de Zamora donde crían aves de corral, cultivan legumbres y elaboran conservas: una odisea de la España vaciada. Por elección y por supervivencia, recurren al intercambio de productos con otras iniciativas de economía social y de este modo logran diversificar las mercancías en venta y, muchas veces, salvar la temporada. Así funciona el trabajo en red, seña de identidad de las empresas que anteponen las personas a los beneficios y sostén que las protege del desastre. Literalmente, esa red les salva la vida.

No todas las redes son iguales, claro está. Algunas engañan y atrapan (¡ay, cuántos ejemplos pondríamos!), pero muchas otras son apoyo imprescindible, salvaguarda y ayuda. Cada quien sabe las suyas, y en momentos de crisis colectivas o tormentas personales, esas redes tienden a unirse, a confluir, como los hilos narrativos de una novela. ¿Y qué red protege a los que se quedan ateridos de frío ante el vacío de la muerte, a los que lloran una pérdida? ¿O a quienes resistimos la desesperanza, huérfanos de alternativas y referentes? ¿Habrá forma de cerrar el hueco, de retejer la malla que quedó abierta? Encontré una respuesta, como otras veces, en unas palabras de Luis García Montero. Tras la muerte de Almudena escribió: "Supongo que estar hundido es un modo de seguir enamorado y de empezar una nueva vida con el amor de siempre". Y también: "Sólo el amor es más fuerte que el odio. Solo el amor resiste a la muerte".

La única forma de salvarnos, la única red ante el abismo.

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