Héroes y víctimas

Faltó el estratega que decidiera proteger con las mejores armas el flanco vulnerable, el de las residencias

Hay tres clases de profesionales que admiro: los que ejercen la medicina, la docencia y el sacerdocio. Los primeros cuidan nuestra salud física, los segundos educan nuestra mente y nos enseñan a aprender, y los buenos sacerdotes nos muestran la senda para que coloquemos en el centro de nuestras vidas el amor a los demás. Los mejores llevan su entrega hasta el heroísmo y algunos sacrifican la propia vida por sus ideales. Dan testimonio de ello los mártires (etimológicamente, testigos) que han perdido la vida por ejercer su vocación en países en conflicto. Algo similar puede decirse de los periodistas asesinados por contar verdades incómodas para oscuros poderes fácticos.

En el tiempo del Covid-19, al aplauso desde los balcones que cada día reciben con todo merecimiento los médicos y el resto del personal sanitario, yo uno el mío ampliándolo a la labor de otros colectivos que luchan en primera línea de batalla, especialmente el de los profesores que, con gran mérito, han modificado los métodos de enseñanza para seguir impartiendo conocimientos a sus alumnos. Todos ellos son los héroes de hoy y, en el caso de los sanitarios, en muchos casos se han convertido en víctimas de la pandemia.

Sin embargo, quiero referirme aquí a otro grupo de personas que posee la doble condición de héroe y víctima. Me refiero a la generación de españoles que llegó al mundo en torno a los años 40, que vivieron en su infancia una guerra y/o una posguerra muchísimo más duras e inciviles que ésta y que fueron en su mayoría los artífices de una transición modélica que nos permite vivir hoy en democracia, imperfecta pero democracia. En homenaje a los que están cayendo estos días, recupero esta pequeña historia que Alfredo Castellón tituló Pingüinos y que he leído en la revista cultural Turia (nº 132, pág. 310): "Me impresionó la actitud de un grupo de pingüinos ante una tormenta de viento glaciar. Acurrucados, unos contra otros, esperan que el huracán remita dando la espalda al viento. En la primera fila colocan a los más viejos, para ellos será su fin". Quisiera alejar de mí el pensamiento recurrente de que en el caso del Covid-19 una parte de los fallecimientos de los mayores habría sido evitable, de que en su día faltó el estratega que decidiera proteger con las mejores armas el flanco más vulnerable del frente, el de las residencias de estos entrañables pingüinos humanos, nuestros ancianos.

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