Hace pocas semanas el sindicato Jornaleras de Huelva en Lucha lanzó un hashtag para impulsar el consumo responsable y concienciar sobre la falta de derechos de las personas que trabajan en la huerta onubense. Las denuncias son graves: se habla de una dinámica permanente de abusos laborales que deja al descubierto un "régimen de explotación y semiesclavitud". La campaña ha conseguido captar el apoyo de muchas caras conocidas del mundo de la cultura y revierte en una recaudación de fondos, a través de Goteo, para cubrir el trabajo de la organización. También se han reunido con la ministra de Igualdad en defensa de sus reivindicaciones y plantean estrategias de acercamiento.

Solo unos días después la Unión de pequeños Agricultores y Ganaderos contraatacó con las mismas armas: creó un hashtag parecido pero en sentido contrario y recabó el apoyo de la sociedad onubense "para decir alto y claro que en el sector de los frutos rojos se trabaja con derechos". Se quejan de ser tratados bajo un prisma de culpabilidad y de que las inspecciones de trabajo se ensañan con ellos. Algunos artistas locales le pusieron rostro a la autodefensa de los agricultores de la provincia, y tampoco ha faltado la petición de una reunión con la ministra de trabajo por medio de una plataforma.

Este es un ejemplo de cómo las redes sociales son cada vez más una herramienta indispensable de comunicación, hasta el punto de trasladar las crisis al plano de lo virtual. La necesidad de dar visibilidad a los problemas ha externalizado la negociación al mundo online. Si miramos el grado de difusión e impacto de los mensajes, las cifras de Jornaleras en lucha superan ampliamente a las de la organización agrícola: todo un éxito para el sindicato. Pero la vulneración de derechos que está en el origen del conflicto no queda resuelta: a las personas que trabajan en esas condiciones no les va a servir de mucho el número de tuits. Y nadie parece saber cuál es el siguiente paso, con posiciones tan enconadas.

En la burbuja de internet todo se desdibuja, las adhesiones no comprometen y un fondo musical épico presta credibilidad a cualquier cosa que se diga. Pero los pleitos de la vida a secas siguen siendo dolorosamente reales, están llenos de sufrimiento. Jornaleras, agricultores: siéntense y hablen, resuelvan con hechos y no con vídeos. Para mejorar la realidad hay que hacerse cargo de ella. Sobre todo cuando está en juego la dignidad de las personas.

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