Guerracivilismo

Sin el odio virulento al adversario, nada de lo que pasó durante la Guerra Civil hubiera sido posible

Cuando yo era joven -y en aquella época, los dinosaurios todavía poblaban la tierra- siempre me preguntaba cómo había sido posible la Guerra Civil. Nunca logré entender qué oscuro mecanismo psíquico se puso en movimiento en nuestro cerebro y empujó a miles de personas razonables y comedidas a justificar o incluso alentar los asesinatos masivos y el exterminio de sus vecinos por simples razones ideológicas o de costumbres. La respuesta oficial que venía en los libros de Historia es que hubo un golpe de Estado y luego una guerra civil, pero aquella explicación -falsificada además por la propaganda franquista- no era suficiente para entender todo lo que había pasado. ¿Cómo fue posible aquella hecatombe de sangre y de muerte? Cada vez que yo se preguntaba -muy tímidamente- a las personas de mi familia que habían vivido la guerra y la posguerra -abundantes aún en los años 70-, la única respuesta que recibía era un pétreo manto de silencio. Nadie que hubiera vivido los hechos de cerca se atrevía a hablar de aquello. No sólo resultaba doloroso y quizá vergonzoso -por el papel que uno mismo o sus familiares había podido jugar en aquellos hechos-, sino porque una guerra civil y una posguerra espantosa son hechos tan tóxicos, tan dolorosos, tan incomprensibles, que contaminan todo lo que tocan.

Pero desde hace cinco o seis años -no muchos más- se ha ido extendiendo por nuestro país una nube de odio tan tóxico y tan enfermizo -propulsado por algunas televisiones y las redes sociales- que ahora ya se empieza a entender lo que pasó en los meses y años previos al estallido de la Guerra Civil. Las simplificaciones ideológicas pretenden reducirlo todo a una simple cuestión política -democracia frente a fascismo, la República contra los militares sublevados-, pero esta simple partida de ajedrez ideológica no explica el sustrato de hambre, desconfianza, miedo y odio virulento que se había apoderado de una parte significativa de los españoles. Sin ese odio, sin ese miedo irracional, nada de lo que pasó hubiera sido posible.

Y por eso mismo, en pleno 2020, con una epidemia de Covid y la economía en quiebra, es insensato resucitar los peores instintos de la guerra civil -con su exaltación del enfrentamiento ideológico- tal como está haciendo este Gobierno incompetente. Pero esto es lo que hay. Qué miedo.

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