Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Quién lo iba a decir. Comenzamos un nuevo año. Y como es natural lo hacemos con ilusión y ganas de afrontar nuevos retos. Pero por más que queramos, como escribía Lichtenberg: "No puede ser todo correcto en el mundo porque a los hombres todavía hay que gobernarlos con engaños". Y resulta triste que nuestra felicidad dependa en buena parte de esos engaños, de nuestra ignorancia, y de nuestro desconocimiento.
Hay que acudir a fuentes extranjeras para conocer no solo lo que ocurre realmente en el mundo, sino para saber qué pasa en nuestro país. Los medios ocultan información, los medios mienten, manipulan, arrastran a las masas hacia otra realidad que suele tener muy poco de verdad. Los aspectos fundamentales de una sociedad deben asentarse sobre la base de la libertad y de la educación, con ello conseguiremos la virtud, el respeto y la decencia.
El escritor alemán Lichtenberg nos dijo: "El bienestar de muchos países se decide por la mayoría de votos, si bien todo el mundo reconoce ciertamente que hay más personas malas que buenas". Y además: "Todos los gobiernos débiles están basados en que a la parte más inteligente de la nación le ponen en la boca un candado o un esparadrapo".
Vivimos en la época de la Globoinización. El pánico a la globalización, en parte fundado y en parte fruto de la ignorancia, deriva desde hace tiempo hacia la boina, que en sí no protege de nada. La globalización existe, y hay que afrontarla justo con lo que está debajo de la boina, el ser humano, dotado de cabeza y de corazón, y de la noción del bien y del mal.
En la sociedad, cuando se instala el terror, a base de mentiras y falsedades, a base de manipulaciones, ¿cómo se recupera la libertad? La libertad, la democracia, es lo excepcional, y tiene que estar basada en la virtud. Si no, llega el totalitarismo con su terror y su falsedad, y llega para quedarse.
Nos tenemos que quitar la boina, y llamar a cada cosa por su nombre, y exigir la información veraz de cada una de las acciones que ocurren a nuestro alrededor y de las que somos en parte o en todo, protagonistas. Pero hemos de quitarnos la boina, y al progreso llamarlo progreso y no progresismo. Gobierne quien gobierne, si no se hace desde la buena fe y desde la bondad, o desde la alta moral o consciencia del bien y del mal, ¿desde dónde se va? El ansia de poder y de dinero son fines en sí mismos, pero eso es ir desde la maldad y desde la psicopatía. A estas alturas no estaría mal un mundo gobernado por tontos, sería mejor que por malvados y desalmados.
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