Periódicamente, los señores y (pocas) señoras miembros de la Real Academia de la Lengua (no, por ahora no se acepta eso de "miembra") se asoman a la calle y prestan una especial atención a las palabras y expresiones usadas en español. En estas expediciones, siempre encuentran algunos lexemas inéditos, otros conocidos pero no contemplados en diccionarios y los usados inapropiadamente; de ahí, que revisar la lengua se haya convertido en una labor necesaria y habitual. La pasada semana fueron publicadas las últimas incorporaciones.

Es evidente que los continuos cambios (sociales, tecnológicos, económicos…), propios de una sociedad en continua evolución, conlleve el uso de palabras y expresiones nuevas. Se trata de la señal más certera de que poseemos una lengua viva, flexible y que rechaza el encorsetamiento. Inevitable los aplausos a la Real Academia de la Lengua Española, pero también las dudas que generan esas 1.100 novedades, con 229 nuevas palabras en el diccionario.

Las razones están claras. Por una parte, están los jóvenes, tan proclives a utilizar vocablos inexistentes en nuestra lengua, que fortalecen la conciencia de grupo y les diferencia, mientras excluyen a otros. Los adolescentes, cuando por momentos olvidan los iconos, son creativos y ocurrentes, pero al dejar de serlo, abandonan los neologismos que inventaron y son sustituidos por los que instaura la nueva generación de jóvenes ¿hasta cuándo nos durará el "en plan de…", como anticipo de lo que viene a continuación, o ese insistente "¿en serio?", o ese "pepino" o "pepinaco" como fórmula exclamativa, o ese "temazo" o "teimakén" como alabanza de una canción? ¿Es racional incluir en el diccionario palabras temporales?

Por otra parte, ¿seguro que es necesario, de verdad, admitir palabras únicamente porque son muy usadas? Puede comprenderse que la RAE admita el uso de feminazi, follamigo o enrutador, puesto que no existían vocablos que encerrasen su significado, pero… ¿casoplón, existiendo "caserón"? ¿revisación, estando "revisión"? Vale que en el lenguaje coloquial se acepten palabras abreviadas (insti o depre), pero ¿como nuevo neologismo? Y ¿no es excesivo aceptar amá y apá (abreviaturas de mamá y papá) como nuevas palabras, solamente porque son muy usadas en Latinoamérica?

En fin, que se puede morir por escasez de alimentos, pero también por exceso. Actualizar la lengua española es necesario e ineludible, sobre todo en épocas de cambios, pero ¿no es arriesgado dar permanencia a lo efímero per se?

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