Entre dos orillas

Juan A. Romero

jaromero@paginasdelsur.com

'Gadeamus igitur', por la presencialidad

El regreso a las aulas de los estudiantes onubenses en las distintas facultades representa una gran noticia para toda la comunidad universitaria. Que vuelva el bullicio al campus supone un botón de muestra más de la recuperación de la cotidianidad a la que estábamos acostumbrados antes de que nos sacudiera la pandemia y el maldito nanobichito, de cuyo nombre no quiero acordarme, pusiera en jaque nuestro modelo de vida y hasta la manera de relacionarnos.

Durante todo este tiempo, el mundo académico ha tenido que esforzarse en adaptarse, no siempre con acierto, a las nuevas tecnologías, para no alterar el ritmo de la docencia y cumplir así con los programas lectivos de cada curso.

Atrás quedan los días de soledad y vacío en el campus, aulas y bibliotecas, que provocaban una sensación de profunda melancolía y tristeza, hasta ahora desconocidas. No está concebida la vida estudiantil para estar detrás de la pantalla de un monitor sin relacionarse con el prójimo. La vida universitaria no se entendería sin la socialización.

Quien lo haya conocido sabe que los años estudiantiles son los mejores en la vida de una persona. El cúmulo de experiencias que acompañan al periodo formativo universitario provoca una tremenda serendipia en la madurez de un adolescente, que vive cada día en la facultad como una aventura. El ambiente y la atmósfera universitarios quedan grabados en la mente del alumno, ya que los éxitos y frustraciones que conoce no son más que el proemio de lo que luego habrá de ser su ámbito profesional, donde ya nada es fútil y el tiempo corre a otra velocidad. ¿La pandemia habrá afectado a la psique de nuestros jóvenes estudiantes? Se preguntarán muchos sociólogos. Pues esperemos que ocurra al contrario. Que salgan más reforzados, como les pasó a las generaciones de mayores que nos precedieron, quienes superaron etapas muy duras de nuestra España y consiguieron dejarnos una sociedad mejor de la que se encontraron. Muchos de ellos ni siquiera tuvieron la oportunidad de pisar una facultad, quedándose en el camino su capacidad y su talento. Eran otros tiempos, donde lo que importaba era sobrevivir a diario. En homenaje a ellos merece la pena, si eres estudiante, ocupar de nuevo tu asiento en clase con más pasión y ganas que nunca, y entonar el Gaudeamus Igitur a los cuatro vientos con vigor, como si de un éxito de Camilo se tratase...

Alegrémonos pues del retorno de la presencialidad a una universidad consagrada como la de Huelva, que necesita acercarse más a su alumnado, huir de la politización y seguir abanderando la igualdad de género.

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