Fuego para xenófobos

Moria es un ejemplo de las políticas de frontera de las regiones ricas, que consiste en frenar la llegada de pobres

En Europa solo existe un campo de refugiados, es Moria en la Isla de Lesbos en Grecia, al menos hasta el día en que se quemó. Hace unos años llegaban allí, o eran "conducidas", hasta 2000 personas cada día, y en los últimos años algunas menos. La Unión Europea garantizó que sería un lugar donde se ofrecería protección a todas las personas, un lugar de tránsito hacia un destino seguro y definitivo; pero la realidad ha sido que allí se permanecía de media hasta 15 meses para tener alguna respuesta. Miles de personas hacinadas en contenedores prefabricados o tiendas de plástico, con cuchillas alrededor de las oficinas de gestión, con colas tensas a diario para comer, ¡todo un ejemplo de acogida! Sirios al principio, últimamente afganos y africanos de occidente, pero en definitiva gente huyendo. Para muchos cooperantes este lugar ha representado un verdadero campo de concentración, ahora se ha quemado.

Pero las fotos de las brasas de Moria no han sido las que muchos esperaríamos, o al menos no sólo. Además de familias enteras pasando los días y las noches al aire, niños durmiendo en las cunetas, las autoridades levantando un campamento provisional y las peticiones de socorro de las ONGs, el fuego nos ha entregado la realidad: A esa niña, acostada en el frío suelo del aparcamiento le abordó el periodista y le preguntó que qué quería, y el periodista pensaba que la respuesta sería comida, o una manta o una casa, pero no, ella, inocente y niña, dijo que quería wifi para seguir viendo su serie. También el tipo haciendo pesas entre las ruinas. Y eso nos han dado las brasas, la ilusión que permanece, da igual lo que hagamos para frenarla.

Moria es un ejemplo de las políticas de frontera de las regiones ricas, que consisten en intentar frenar la llegada de pobres a toda costa, primero con incentivos a los países de tránsito y después, con los que sobreviven al último salto, con internamientos convenientes hasta ver qué se hace. No es nuevo, llevamos años viendo muchos muertos y con mucho sufrimiento. Llevamos años mirando hacia otro lado, pero los pobres expulsados de sus casas siguen llegando, muriendo y sufriendo, siguen siendo recibidos como delincuentes, aguantando discursos racistas, siguen siendo usados como mano de obra barata; pero da igual, siguen, y seguirán, soñando con vivir en paz.

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