Fresas de Doñana y salchichas de Munich

Fresas de Doñana y salchichas de Munich / M.G.

No sé ustedes, pero yo, si me preguntaran por un sonido con el que identificar las Colombinas, no tendría dudas. No serían los compases de Mi Huelva tiene una ría, ni el ruido de la traca de los fuegos ni el del cazo contra la tinaja de ponche. Ni siquiera la música de Camela y el claxon de los cochetopes. Para mí, el sonido inconfundible de las fiestas es el de las hamburguesas Uranga.Ese anuncio infinito, con su inconfundible y absurdo efecto reverberante (ha-hamburguesas-sas U-Uranga-anga...) y su discurso hiperbólico y pretencioso.

Les confieso que a veces, cuando me entra la nostalgia, lo busco en Youtube y lo escucho atentamente, saboreando cada detalle, ya saben: la calidad y el esmero, los rigurosos controles sanitarios, los animalitos en libertad, las montañas del Tirol y los bosques de Munich y toda esa palabrería maravillosa que rodea a “las legítimas y auténticas hamburguesas y salchichas alemanas”. Nunca había reparado en ello, pero hoy me he sorprendido preguntándome cómo podemos saber los ciudadanos qué es lo que nos comemos en las Colombinas. Cómo podemos estar seguros de que de verdad las salchichas son de los cerditos que pasean en las montañas del Tirol o si las vacas de las hamburguesas pastan en los bosques de Munich o lo hacen en un cajón de 5 metros cuadrados, como la mayor parte de la carne que comemos. No sé si alguna vez lo hemos hecho, pero propongo, desde este humilde púlpito, que mandemos a unos cuantos diputados (si son algunos de los de Huelva, mejor, y así hacen algo por nosotros) a investigar en Munich cómo se producen las legítimas y auténticas hamburguesas y salchichas alemanas para decidir, basándonos en irrefutables datos -como hacen ellos-, si nos las podemos comer o no tranquilamente cuando apriete el hambre en las Colombinas. Si el viajecito sale muy caro, que hagan un intercambio, así en plan Erasmus, con los alemanes del Bundestag (¿o eso era la liga?) que iban a venir a Doñana a comprobar si aquí, en el granero, los campesinos estamos siendo buenos chicos con eso del medio ambiente.

Ya saben: las fresas, el boicot y todas esas cosas que han sonado estos días por todas partes, amplificadas gracias al irresponsable e interesado altavoz gubernamental. Es una pena que al final no vayan a venir. Dicen que no quieren interferir en las elecciones, pero lo que ha pasado, segurísimo, es que han buscado en Google y no tienen ni idea de cómo llegar hasta aquí desde Madrid sin perder, como mínimo, un día entero.

Tampoco es que fueran a ser muy bien recibidos, claro. Que aquí abajo andamos un poco hartos de que ahí arriba, en donde mandan, solo se acuerden de nosotros para utilizarnos o para jodernos, o las dos cosas a la vez. Al menos tenemos el consuelo de poder comernos una rica hamburguesa de Colombinas, al fresquito de la ría y en pleno agosto. Sean de Munich o del Tirol, quitan el hambre, y total... lo que no mata, engorda.

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