La otra orilla

VÍCTOR RODRÍGUEZ

Esperar

Llegados a este punto de las Navidades, los niños deberían coger el relevo del protagonismo, ya saben; la Nochebuena es para la familia, la Nochevieja es para la fiesta y el Día de Reyes es para los niños. Como todo lo bueno es importante que se haga de rogar, que los nervios, la sorpresa, la emoción vayan subiendo poco a poco con el paso de los días, ¡todavía hoy es tres de enero, queda un mundo para la mañana del día seis!

El tiempo de los niños es lento, hay prisa por hacerse mayor y cualquier espera es eterna, ahí está gran parte de lo bonito de una fiesta como la de los magos de Oriente.

En estos tiempos la espera está desapareciendo, nos están acostumbrando a la inmediatez y a la accesibilidad universal, todo al alcance de la mano y ya, dejando muy poco espacio a esa parte de reto o deseo cumplido cuando recibimos un regalo que llevamos años buscando o que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir. En la película Los Goonies, cuando le deshinchan las ruedas de la bici al hermano mayor, uno de los niños advierte: "mi hermano tuvo que cortar el césped trescientas veces para comprarse las ruedas nuevas, es lo que más quiere del mundo". Hoy resulta muy difícil lograr esa sensación de recompensa, de logro después de haber trabajado por alcanzarlo.

Por el contrario, de manera incesante nos están generando un permanente estado de necesidad, con prisa inducida de que el producto se va a acabar pronto, con facilidad en la entrega, punto de recogida 24 horas, repartos en festivos, ni siquiera hay que volver a teclear los números de la tarjeta de crédito, todo facilísimo. ¿Para qué? Detrás de esos gigantes de la venta por internet y la cultura del consumo permanente hay una industria basada en el latrocinio, en el despropósito ambiental, recorriéndose miles de kilómetros para cada envío y otros varios miles por las devoluciones, con un abuso evidente de posición, y, en definitiva, un sistema basado en la avaricia más absoluta.

Necesitamos medios de consumo que se acompasen con un ritmo más natural de vida y no con el desquiciamiento en el que estamos, metidos en este embudo en el que no nos dejan mirar para atrás, para acabar donde todos, empachados y vacíos a pesar de tener tantas cosas. Más cerca, más despacio, más sostenible, más circular, herramientas muy útiles para volver a equilibrar nuestra vida.

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