Escupir hacia arriba

Es legítimo el afán de cambio pero no debiera ser más fuerte que la prudencia a la hora de elegir con quién

Cuando uno escupe hacia arriba corre serio riesgo de salpicarse. Las elecciones andaluzas y sus ecos son un claro ejemplo de este peligroso juego, y me temo que por mucha fuerza que algunos apliquen al lanzamiento no podrán evitar que les caiga encima.

Lo más trascendental del pasado domingo electoral ha sido la enorme abstención y la subida meteórica de la ultraderecha. Las voluntades xenófobas han obtenido más votos en aquellas zonas donde más migrantes-trabajadores hay, como por ejemplo en la costa occidental onubense; habida cuenta de que son esos foráneos los que sacan las castañas del fuego a los empresarios locales y quienes suplen la falta de interés del trabajador nativo, me parece bastante arriesgado arremeter contra tan valiosa colaboración. Sería interesante comprobar el impacto que una huelga de brazos caídos de los "peligrosos forasteros" tendría sobre la economía de nuestros pueblos campesinos, cambiaría mucho el discurso falso de algunos. La historia no deja lugar a dudas, cada vez que hemos elegido acudir a nuestra pendular cita con el fascismo y el miedo hemos acabado peor.

Por otro lado también han escupido hacia arriba muchos de los ciudadanos que prefirieron la abstención el pasado domingo, por supuesto legítima, pero arriesgada, porque si no eliges te eligen, y ya hemos visto cómo ha quedado el patio. Intuyo que muchos de los que prefirieron no votar lo han hecho por cansancio, o por enfado ante una campaña llena de spots publicitarios y mentiras, pero confío en que no desesperen, porque siempre hay quienes se aprovechan de nuestro cansancio.

Otros que también han empezado con este grosero juego son los partidos autoproclamados como de centro derecha. Están sembrando una duda razonable sobre lo poco fascista que es la propuesta de Vox, una grosera estrategia para generar una opinión pública comprensiva con su apoyo en una próxima investidura. Peligroso escupitajo éste, ya que supone agregar con normalidad a quienes defienden el final de las autonomías, la mano dura contra los migrantes o la abolición de leyes como la de igualdad; dinamitar el marco de diálogo dejaría sin herramientas a quienes buscan soluciones pacíficas a los problemas cotidianos. Es legítimo el afán de cambio y de gobierno tras 36 años de gobierno socialista, pero este deseo no debiera ser más fuerte que la prudencia a la hora de elegir con quién hacerlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios