Empantanarse

Hay cierto secretismo en el derribo de embalses y pantanos: no está fluyendo un debate cristalino

Me resisto a creer en cualquier teoría conspirativa. Con lo difícil que es organizar medianamente bien, no sé, una presentación de un libro, imagínense lo que tiene que ser manejar sigilosamente los hilos de la política global. En la mayoría de los casos se aúnan la pereza de casi todos, la vanidad de unos cuantos, la cobardía de muchos y los consensos inconscientes.

Los que nos gobiernan, sin embargo, tienen que andarse con cuidado para no dejar que sus movimientos den pábulo a teorías conspirativas. La transparencia es un deber democrático. Y se está incumpliendo en el derribo de presas.

Seguro que hay una explicación o varias de su afán destructor, pero resulta muy raro que, mientras cunde la alarma, esas razones no se ofrezcan al respetable con sus pros y sus contras en claro ni se discutan el parlamento ni se ofrezcan especiales informativos. No se puede decir que no interesa: por culpa de la sequía, hay una gran desazón en la opinión pública.

A favor del derribo de presas y de azudes están la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos y la Estrategia sobre Biodiversidad para 2030. Muchas "estrategias" parecen ésas, diría uno. Pretenden restaurar el flujo de los ríos por razones medioambientales. También influye que muchos embalses han perdido, dicen en susurros inaudibles, su rentabilidad económica. En cambio, no se dice que las presas se construyeron en esos años que todos os estáis imaginando. Como las viviendas de protección oficial. Y desde entonces no se han realizado ni las labores de conservación. (Esto se entiende que se lo callen por la ley de la amnesia histórica.)

Si lo explicasen, se podría discutir. ¿Los embalses no son económicos? Cuidado con el regadío, el turismo y la calidad de vida de las poblaciones circundantes. ¿No son ecológicos? ¡Pero si los ecosistemas ya se han adaptado y hay especies que dependen de ellos!

No creo que haya un plan mundial para desertificarnos, para favorecer a Marruecos (que sí construye pantanos) y para vendernos mejor sus medidas contra el cambio climático. Apuesto por la pereza gubernamental de defender nuestros intereses nacionales, por el seguidismo fanático de las consignas climáticas y por un pertinaz antifranquismo freudiano. Pero sí me temo que el Gobierno esté alentando las teorías conspirativas como una estrategia para empatanarnos. Así pueden desdeñar las críticas a su política. Y eso también está muy feo.

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