Se acerca abril. El aroma de la primavera deja caer una lagrima de amor sobre la cera encendida que ansía iluminar el paso esplendoroso de la una Virgen dolorosa.

Estamos en Andalucía y la pasión, como el dolor lo manifestamos entre flores, saetas que desgarran el corazón y rezos que nimban el alma de devociones. La Semana Santa se acerca y Huelva es todo un conjunto de procesiones que caminan en la catequesis más sencilla que llega al pueblo.

Son horas las que todo se ata a unos sentimientos de devoción y de fe que el sentir cristiano sabe contemplar en un éxtasis único.

La Semana Santa andaluza es algo grande y muy serio para todos nosotros que sabemos vivirla entre el humo del incienso y la más profunda meditación ante el Cristo que abren sus brazos a la redención de los hombres.

Bajo el cielo onubense las plegarias se convierten en un canto donde la poesía es lirica de la vida ante el altar. Un altar que se transforma en un paso de devoción y de fe que nos llama a comprender el más terrible drama que vivió la humanidad.

En el silencio y la soledad vuelvo a vivir en mi alma aquellos afanes que movían mi corazón cuando caminaba por Tierra Santa y me imaginaba a cada paso que daba, una visión de la Pasión de Jesús representada en cada cofradía de Huelva.

Todavía siguen frescas aquella lagrimas que por mis mejillas se resbalaban cuando de rodillas en el Santo Sepulcro, en Getsemaní, en el altar el Calvario en el hueco de la Cruz, me sentía mas lleno de gozo en la humildad de mi espíritu.

Dentro de unos días, Huelva, será escenario de toda una representación humana y física del dolor. Un dolor que traspasa para quedar prendido en las manos de una Dolorosa que sufre y llora amargamente la cruenta pasión d su Hijo.

Siete días para meditar los misterios y verdades de nuestra fe. Siete días que se acercan a golpes de un llamador para levantar el altar de nuestras devociones que quieren exteriorizarse en las calles, en las sombras que solo iluminan el resplandor del plenilunio de Nisán, arropados con el azahar de un despertar primaveral, porque el templo para el amor nos resulta pequeño.

Cuando ya la Semana Santa casi la estamos viviendo, porque la presentimos, un resplandor de cirios alumbra nuestra alegría de la Pascua que llega y el dolor de vivir muy dentro la Pasión de Cristo.

Huelva ya está preparada para la culminación de la Cuaresma.

Y el Viernes de Dolores nos señala un camino a seguir.

Bajo los pasos la trabajadera eleva a hombros un altar. Y encima, Dios hecho hombre, nos deja ver su dolorosa Pasión, junto a nosotros.

Te quiero muy cerca, Señor, para seguir siendo cada día cirineo de tu pena.

Huelva, ya es tu Jerusalén esperada.

¡ A esta es..!

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