Voces nuevas
María Fernández
Onubenses de segunda
YO creo que Mariano Rajoy ha inspirado su técnica dontancredista en el Grand Prix, aquel programa popular pagado con nuestros impuestos repleto de vaquillas, alcaldes saltarines y pueblos orgullosos de su orgullo. Porque él es mucho español, ya lo saben.
Ahí le tienen, sentado en mitad de la plaza esperando con su disfraz de perfecto caballero decimonónico, como si acabara de saludar a Cánovas y Sagasta, con voluntad de hierro y frialdad de nitrógeno líquido. Por su rostro impasible han desfilado la crisis estructural, la reestructuración de PIB (incluyendo mancebías y pirulas), la reforma súbita de la Constitución (como la santidad de Juan Pablo) para pagar hasta cuando no tengamos ni para comer, el rescatenorrescate de la banca con sus miles de millones, un ministro émulo de Escrivá de Balaguer (otro santo) que espía y conspira a lo Anacleto y encima le graban haciendo el ridículo fascistoide, una Ley de Educación contra la que un chaval ha recogido ya casi un millón de firmas, Rita Gagá, el martillo sospechoso que destruyó los discos duros de los datos del contable de su partido, los papeles de Panamá y los del Bárcenas, y una inundación de corrupciones al más viejo estilo de cuando los Pedro J. denunciaban al hermano del Guerra (se ve que hay clases hasta para ser un chorizo, porque aquello parecía más cutre y resulta ser menudencia al lado de éstos de ahora, incluidos sus primos de la Junta).
Y también, como faro en oleaje, le resbala el golpe de régimen interno de nuestra amada Líder, que ha convertido a Pedro Sánchez de pronto en un tipo querido por comparación con la malicia y formas filibusteras de nuestros profesionales asevillanados en lo Público para hacer carrera. Al tío le da igual todo porque, como decía la canción, ha venido y está aquí para quedarse, porque representa la España de los que no ven sino lo que hay que ver; de los que no piensan sino lo de toda la vida; de los que saben que el Real Madrid te acerca más al pueblo que Brahms y así lo sienten... desde el palco de Florentino, claro; de los que piensan, como decía aquél, que para gobernar lo mejor es no meterse en política.
Tanto si se abstiene el PPOE como si hay elecciones nativideñas parece que don Mariano Rajoy, aka Don Tancredo, va a dar su estatuario sea cual sea la vaca a torear, y el gallego impasible dará la vuelta al ruedo sin oír los rumores de fuera de la plaza, porque allí dentro le van a aplaudir y va a poder agarrarse a orejas y rabos para alcanzar el éxtasis en el foro. "Triste España sin ventura", decía Juan del Encina, qué circo más pasado de moda este país, qué actores más deplorables, "Llevóte todo tu bien, / dexóte su desear, / porque mueras, porque penes, / sin dar fin a tu penar", eso, eso, como cantaba la jota a veces atribuida a Buñuel: "Dices que España pena, / deja que España pene, / que, para lo que España tiene, / cuanto más pene: mejor"... No es para separarse, sino para huir.
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