La esquila

Miguel López Verdejo

Distinta siendo la misma

Sin ánimo de caer en tópicos, llegará en pocos días una nueva Semana Santa, que siendo siempre la misma, será sin duda distinta. Cuánto afecta el contexto a esta celebración, en la que los afectos juegan un papel tan importante: con quién la compartimos, en qué situación estamos, los proyectos que tenemos… En cuanto a estos planes para el futuro, las propias hermandades tienen también los suyos, y estos suelen servir de estímulo para ilusionar a sus hermanos y unirlos más en torno al Señor y a la Virgen.

Estos proyectos, en muchas ocasiones, suelen ser patrimoniales. Aquí entra en juego una doble moral terrible, puesto que siempre hay quien piensa que no es el momento indicado para grandes desembolsos, o que los problemas socioeconómicos de nuestro entorno invitan a volcarse en la ayuda a los demás y no en más oro para nuestros titulares.

Hemos de recordar que este afán por ofrecerle a las imágenes lo mejor está en la raíz misma de las cofradías, y que, en torno a ellas, se ha desarrollado tradicionalmente un colectivo de artistas que mantienen profesiones artesanales que, sin duda, hoy se habrían perdido para siempre si no fuera por nuestras hermandades.

Además, aquellos que discuten la hechura de túnicas o mantos bordados disfrutan actualmente de obras de primer orden, como el palio mercedario, por poner un ejemplo, cosa que no les crea ningún conflicto a pesar de que cuando Juan Manuel y su taller lo bordaron también había hambre y penurias en la Andalucía de principios del s. XX mientras, por ejemplo, se libraba nada menos que la I Guerra Mundial.

Escribo todo esto motivado por dos estrenos que veremos este año en nuestras calles que me han llamado poderosamente la atención y que, sin duda, constituirán un aporte de gran calidad al conjunto onubense: por un lado, la Virgen del Rosario mostrará en su palio las nuevas bambalinas delantera y trasera. Lo que he visto en fotografías me ha parecido magnífico, y espero contemplarlas con detalle porque la labor del taller Salteras parece de gran calidad. Hemos de recordar también que esta misma Hermandad de la Sagrada Cena ya apostó con gran acierto por un diseño para su paso de Cristo que, siendo en madera dorada, se sale del canon habitual de andas de estilo barroco con bombo en el canasto para acercarse a las líneas más rectas y clásicas, sin restar un ápice a la espectacularidad del misterio cuando procesiona por las calles.

Por otro, y aquí me paro un poco más, hemos de hacer mención de otro estreno muy esperado, al menos por mí: las bambalinas laterales del palio de la Virgen de la Soledad, del Santo Entierro. Con ellas, el palio tiene ya completas el exterior de las cuatro. Hay que estar en una hermandad pequeña, también de silencio, que ve cómo sales a la calle y los cofrades de tu ciudad ni están aquí, que vive ignorada por una multitud que busca en las cofradías algo que tú no ofrecerás nunca, para saber el trabajo titánico que supone culminar un hito como este.

Todo en esta obra es sobresaliente: el proceso de documentación para la recuperación del dibujo, la elección del artista (Jesús Rosado, nada menos), la ejecución de la obra… Y el margen de mejora es todavía notable, ya que aún queda para completar el proyecto, pero lo que podemos ver hoy es sin duda precioso y de gran valor. Roma no se hizo en un día.

No hace falta tampoco recordar en qué situación estaba el Santo Entierro, por ejemplo, a finales de los noventa o principios del nuevo siglo. Una crisis que, curiosamente, comparten casi todas las corporaciones que con la misma iconografía en toda nuestra comunidad, ya que, por lo visto, si no se balancea una túnica o no se levanta un paso con la música no despiertas interés. Más mérito tienen.

Pues bien, si les sirve de algo, doy la enhorabuena a los cofrades del Santo Entierro por mantener viva su hermandad y por tener abierto un templo para la diócesis en perfecto estado de revista. También vosotros hacéis del Viernes Santo un día del que Huelva, desde años, puede sentirse muy orgullosa.

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