Escribe Danilo Kiš: "El pueblo le escuchaba con indiferencia y desconfianza, tal y como el pueblo escucha a los demagogos: buscando un sentido escondido detrás de las oscuras palabras. Porque el pueblo se había acostumbrado al hecho de que los poderosos, los gobernadores y fariseos escondieran imposturas, amenazas y exacciones bajo adulaciones y promesas".

En unos días comenzará oficialmente la campaña electoral. Las ciudades se llenarán de carteles, los medios de comunicación de espacios publicitarios donde escucharemos las promesas de unos y de otros, pero, sobre todo, nuestra cabeza se cansará de escuchar mentiras, o mejor, demagogia barata. Dicen los que entienden, si es que las encuestas del CIS han entendido algo alguna vez, que hay un 40% de indecisos, personas que no saben a quién votar o incluso, que no saben si acudirán a ejercitar su derecho al voto.

Esa indiferencia y desconfianza que mencionaba Kiš, son las causantes de la indecisión. Porque la indecisión también es un derecho, y quizá mucho más objetivo que la propia elección. Ante la ausencia de firmeza de carácter de nuestros políticos, el pueblo adopta un mecanismo de defensa propio: la indeterminación. Y es tan lícito, en el ámbito de unas elecciones, ser determinado o indeterminado. Si me preguntan les diría que no solo creo en la indecisión, sino que la alabo y la protejo. Llegados a este punto defiendo el hecho de que no se acuda a votar. Ninguno de los candidatos me representa, ninguno de los partidos de los candidatos hace nada para que cada día me levante más feliz, y todos, absolutamente todos los políticos de los partidos, viven del cuento y de nuestros impuestos, viven de un presupuesto que se fabrica con nuestros impuestos (que son derechos).

Porque los políticos no son magos, ni acróbatas, son vividores. Y la corte que les rodea también adquiere el derecho a ser denominados derrochadores, los que viven a expensa de los demás. El patio está torcido, el albañil que diseñó el patio no calculó correctamente las pendientes, ya que todas desembocan en el bolsillo de nuestros políticos.

Danilo Kiš termina el texto con el que empezamos este artículo: "Esperaban, pues, que este también se descubriera, que dijera al fin por qué había venido, la razón de estas vanas palabras, de todo este confuso discurso, desprovisto de claridad y sentido. Por eso le seguían escuchando. Acabaría, al menos lo esperaban, por ilustrar sus turbias palabras con algún número de acrobacia o de magia".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios