Cuando era pequeño corría, lo hacía tras un balón. Sudaba en el calor de la plazoleta con una peonza o unas canicas. Llenaba la mochila de patatas o naranjas al regreso a casa tras el colegio, habíamos saltado algún muro o la alambrada de una parcela. Ahora los jóvenes no corren, permanecen sentados en un banco o en el suelo mirando el móvil, trasteando con una tecnología que ha comenzado a ser suya y que acabará adueñándose de ellos. Hemos abandonado la contemplación. Miramos y vemos, pero no contemplamos. Tampoco atendemos.

Escribía Lucrecio en De rerum natura: "¿No ves que los ojos también, cuando se ponen a mirar cosas delgadas, se esfuerzan y atienden, y que sin ello no puede ser que veamos con agudeza? De manera que, aun en las cosas claras podrías comprender que, si en ello no pones tu atención, es igual que si en todo tiempo ello estuviera separado y muy lejos".

Ese desapego a la contemplación y a la atención es muy visible en las críticas literarias actuales. Ahora no hay buenas críticas, tan solo bochorno pagado y clientelismo. Es como si se reseñaran impresiones que nada tienen que ver en realidad con las obras en sí. Escribía Alfredo Oppiso en El arte de pensar (1919): "Las impresiones recibidas por los sentidos externos no se parecen en nada a los cuerpos a los cuales las atribuimos". Y prosigue: "La representación que nos formamos del mundo exterior no corresponde en manera alguna a lo que es en sí, por lo cual debemos considerarla como simple fruto de nuestra imaginación". Y esta explicación breve de los filósofos idealistas, como Jenófanes, Parménides, Berkeley o Fichte nos reafirma en nuestras conclusiones.

Pongamos un ejemplo. El reciente Premio Biblioteca Breve concedido a la novela Días sin ti, de Elvira Sastre. No se trata de un simple despropósito literario, vamos más allá, se trata de "una derrota de la literatura" como escribía hace poco alguien. Días sin ti es un pastiche, un producto fabricado para afianzar el poco interés que algunas editoriales tienen de la literatura. Contemplen y atiendan. Es todo menos un libro, ni siquiera entretenimiento.

Y así podíamos seguir con muchas de las reseñas que aparecen en las revistas especializadas y en los suplementos literarios. Hoy por ti que mañana será por mí. Ese es el sentido que se otorga a la crítica. Y dicen que esos libros reseñados conforman el canon. Como decía el alcalde de mi pueblo: "Que cada perro se lama su cipote".

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