La firma

Antonio Fernández / Jurado

¿Decadencia social?

20 de febrero 2016 - 01:00

LA impresión subjetiva que a uno le da es que vivimos en un país socialmente decadente. Esta sensación, al menos personalmente, se ha ido agudizando en estos pocos años del siglo XXI. El oportunismo y el egoísmo se han adueñado del entorno, desde la política a cualquier otro ámbito de las relaciones sociales y ciudadanas. La coherencia se ha convertido en un elemento prehistórico desde el momento en que justificamos nuestras actitudes con el mero hecho del cambio de pensamientos, con lo que los principios quedan ya en la era de las glaciaciones. Ya avisaba Groucho Marx: "… estos son mis principios, si no le gustan los cambio…"

Nos movemos en el terreno de la generalización y el eufemismo como elemento para la ofensa y así blindarnos, pues al no nombrar no podremos ser señalados como ofensores y sí como meros y legítimos, por cierto, opinadores.

Las posiciones ideológicas determinan la calificación de la ofensa en un sentido u otro y, en ese contexto, la variabilidad del enjuiciamiento público va desde el delito a la justificación moral, amparando el insulto o la falta de respeto en una más que cuestionable teoría del derecho a la libertad de expresión, con el agravante de que, si se recibe respuesta con firmeza, "el alguacil al sentirse alguacilado" se siente rotundamente ofendido -en la que yo califico como la teoría del agresor agredido-, con lo que el respondedor seguirá siendo el malo. El paradigma de esta tesitura se definió hace años, de manera ¿involuntaria?, cuando el protomártir del talante y la corrección política hacia afuera afirmaba a micrófono ¿cerrado? e insistía a su interlocutor, "… necesitamos tensión…" acabando por acuñar la terminología del discutido y discutible para justificar decisiones de trascendencia fundamental.

Estas circunstancias y muchas más obligan a profundizar, aún más, en los análisis y la valoración de los estados de opinión para, al menos, no resultar defraudados individualmente porque resulta que, ya que hemos hablado de coherencia, los no creyentes plantean cómo deben actuar las instituciones y representantes de una creencia -fundamentalmente, la católica-, no de todas. Los adversarios políticos definen cómo deben actuar sus oponentes y exigen cómo han de posicionarse estos, tal cual está sucediendo con la próxima investidura., ¿Verdad, ZPedro? ¿Cuál será, pues, el futuro? No lo sé, pero lo siento por nuestros hijos y nietos.

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