Alguna vez llegó a pensar qué es lo que debería hacer en una situación así. Creía que tenía claro cuál era la mejor salida en caso de necesitarla. "Lo mejor es gritar y correr, correr hasta el infinito y encontrar a alguien". Con el tiempo, y según iba cumpliendo años, comprendió que hay veces, que lo que programa nunca sale porque no tienes en cuenta tu estado y hasta dónde puede llegar el poder del pánico, hasta dónde puede anular tu voluntad y hasta qué punto puede hacerte enmudecer y paralizar hasta el último cabello. Como muchos de sus compañeros salía tarde de trabajar y cuando llegaba el verano le gustaba regresar caminando por las calles. "El paseo es agradable y además me sirve para despejarme", me decía una y otra vez. Pero pronto cambió de opinión. No porque las calles de esta ciudad fueran diferentes a las de cualquier otra, sino porque su horario convertía el camino en un trayecto menos cautivante de lo que pensó inicialmente.

¿Por qué? Simplemente por una cuestión de género. Si hubiera sido él, habría seguido disfrutando cada día, pero era ella y eso le obligaba a avisar a casa cuando salía; se había acostumbrado a realizar el itinerario con el móvil en la mano. "Me da seguridad", me había comentado en alguna ocasión. Hace cuatro años, cambió de trabajo y poco después, cuando saltó el caso de la Manada recordaba en diferentes foros la angustia que ella había llegado a pasar, el pavor que sentía cada vez que oía unos pasos detrás, cada vez que veía acercarse una sombra. Su caso no es una excepción. No somos pocas las que alguna vez hemos sentido correr el sudor por nuestras manos y hemos deseado que la calle se llenase de gente y la noche se hiciera día en un abrir y cerrar de ojos. Créanme que no es una excepción.

Por eso yo desde el primer momento dije #YoSíTeCreo porque me parece repugnante enjuiciar a la víctima, presuponer una defensa cuando el miedo anula tus facultades, poner en duda una denuncia cuando se da el paso a pesar de tener que soportar una vez más la pesadilla por tener que relatar los hechos. #YoSíTeCreo, #TeCreí y #TeCreeré. Y te doy las gracias porque desde el viernes estoy más tranquila, aunque el daño de todas las que habéis padecido la agresión más obscena que se pueda padecer es imposible borrarlo.

Me resistía a escribir de ello en este rincón, pero creo que impera la responsabilidad de hacer ver que la sentencia no es mediática, sino el hecho que se trata en sí. Que debe imperar la razón y esa igualdad con la que tantas veces se nos llena la boca. Igualdad para poder ir por la misma calle y con la misma tranquilidad, para poder salir a la misma hora del trabajo sin que ello suponga un problema. Igualdad ante un mismo hecho, sin agregarle matices… Para atravesar la vía sin mirar hacia atrás o apretar el móvil en la mano…

Algo no va bien cuando es necesario incidir en la igualdad y cuando se acaban de conocer los datos de criminalidad, con un inquietante aumento de delitos sexuales en la provincia y en la capital onubense. No miremos a otro lado ni entremos en el debate fácil de la crítica por una simple cuestión de género (o incluso sexo).

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