Surcos nuevos

Jaime De Vicente Núñez

Cuentan de un sabio que un día

31 de julio 2012 - 01:00

CUENTAN de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba / que solo se sustentaba / de las hierbas que cogía. / ¿Habrá otro -entre sí decía-- / más pobre y mísero que yo? / Y cuando el rostro volvió / halló la respuesta viendo / que otro sabio iba cogiendo / las hierbas que él arrojó." Decía Lope de Vega en el Arte Nuevo de hacer comedias que las décimas son buenas para quejas. La que transcribo, rescatada de mi memoria infantil, refleja un episodio digno de ellas por la penuria que se ceba en nuestro sabio. Hoy la queja y su versión militante, la protesta, referidas a situaciones que afectan a colectivos extensos de población, se traducen en manifestaciones, por su capacidad para convertirse en espectáculo mediático y, por consiguiente, en medio para influir en las decisiones políticas.

Ciertamente, la crisis está generando en este país situaciones lamentables, injustas, que merecen ser denunciadas y poner todos los medios posibles para su remedio. Pero creo que la mayor parte de los análisis que nos presentan se centran en las urgencias del día a día y adolecen de falta de perspectiva. Ello nos hace perder de vista, en mi opinión, tres elementos dignos de atención.

Primero. Las situaciones más injustas y lamentables existían antes del 2008 como ahora, pero no se denunciaban con igual fuerza, sencillamente porque solían afectar a minorías marginales, sin capacidad para ejercer presión a través de los grupos de influencia, políticos, empresariales o sindicales.

Segundo. Es obvio que casi todos estamos perdiendo capacidad adquisitiva y, con ella, calidad de vida material, al tiempo que se erosiona el llamado Estado de bienestar. Pero es un reajuste inevitable, como consecuencia de haber asentado nuestro desarrollo de las últimas décadas sobre fundamentos frágiles cuando no ficticios. Habrá que hacerse a la idea y recomenzar la casa desde los cimientos, aunque resulte duro.

Tercero. Si miramos alrededor, podremos consolarnos con los argumentos del sabio de la décima: otros están peor. Seguimos perteneciendo al privilegiado grupo europeo, que comparativamente disfruta de una envidiable, aunque no perfecta, cobertura educacional, sanitaria (a pesar de los recortes en ambas) y respeto a los derechos humanos.

A partir de ahí, hay que seguir exigiendo: a los políticos, soluciones y ejemplaridad; a los empresarios, iniciativas e inversiones valientes y prudentes; a los trabajadores, lo mejor de sus capacidades; y a todos, solidaridad y voluntad de acuerdo.

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