Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
Casi de puntillas en medio de la catarsis informativa por “el beso” que destapó un nido de machistas en el futbol, o por la cacareada investidura con Puigdemont como invitado, proliferan en nuestro alrededor debates trascendentales para nuestra vida que tendrían que tener todo el foco mediático puesto en ellos. Uno de ellos ha sido la cumbre europea de ministros de agricultura en Córdoba, donde sus señorías han tenido que mirar y decidir qué hacer ante la evidencia científica de que las sequías serán más intensas y más frecuentes, y la certeza de que las especies evolucionamos en escalas temporales amplísimas, y que no resuelven para las “próximas elecciones”, permítanme la ironía. En Córdoba se ha producido un hecho trascendental, y es que se ha dado el pistoletazo de salida al uso indiscriminado de las técnicas genómicas en la agricultura europea. Para paliar el problema de los cultivos ineficientes por el calor, y ante el mantra repetido de que “los cultivos de secano no son viables económicamente”, se ha instado por unanimidad desde este foro a que la Unión Europea modifique de urgencia su legislación sobre el uso de nuevas técnicas de edición genómica (NTG). Acortar el tiempo y abaratar los costes de producción y hacer resilientes a las variedades podría parecer una intención loable, pero genera muchas dudas y riesgos, que deberíamos conocer y aceptar. Por un lado, analizar el impacto ecológico que las NTG tienen sobre la co-evolución entre especies y la diversidad. Por otro lado, no olvidemos que un NTG es un producto de laboratorio, patentado después por una empresa, ¿generará seguridad para nuestra soberanía alimentaria? ¿será un arma de mercado más?, mucho tendrían que intervenir los Estados para mejorar su posición ante las multinacionales de la alimentación. Y, por último, choca que en las mismas conclusiones se afirme que el estímulo de la agricultura ecológica es fundamental, propuesta totalmente divergente con la de la modificación genómica, vamos “soplar y sorber” al mismo tiempo. La soberanía alimentaria de toda la población está ahora mismo en “jaque”, y no solo por el acceso a los alimentos sino por el tipo de alimentos al que tendremos acceso. Debe abrirse con urgencia una discusión pública, abierta y participada por todos, y sobre todo debe abrirse de manera global un periodo de emergencia climática donde todo sea planteado y si es necesario, rediseñado.
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