Arias breves

Rafael Ordóñez

Cobardes

01 de marzo 2016 - 01:00

CON el diccionario en la mano, llamar cobarde a una persona no es insulto alguno. Uno es alto o bajo, guapo o feo o valiente o cobarde. Es la simple descripción de una realidad. Pero hay matices en esto de la cobardía. Está aquel que, como dice el diccionario, "no tiene valor para afrontar situaciones peligrosas y arriesgadas" y está aquel que insulta o veja a alguien sabiendo que no va a tener repuesta. Para estos pájaros va este artículo. Veamos un ejemplo: si un sujeto agrede a alguien que está físicamente impedido para responderle, decimos que es un cobarde. Los católicos están impedidos para responder a una agresión por mandato de su fundador, que les dijo no sólo que no respondieran si no que orasen por sus enemigos. Pues de este mandato se están aprovechando últimamente un hatajo de cobardes sabedores de que el insulto y la profanación de las personas y cosas sagradas de los católicos les salen gratis. Si supiesen que van a tener la respuesta que encontrarían en el caso de insultar a las personas y cosas sagradas del Islam, seguro que estarían calladitos, sumisos y balando por las praderas patrias. Porque estos cobardes son muy antirreligiosos, muy laicistas, pero sólo contra una religión, la católica, la que les sale gratis. Están animados en su impunidad. El artículo 525 del Código Penal, que es clarísimo condenando el escarnio de las creencias religiosas, se aplica con milimétricas cuentagotas, lo que hace que a los cobardes se les suba el ánimo.

En paralelo a lo descrito hemos tenido en el Ayuntamiento de Sevilla todo un acto heroico. Un grupo de concejales ha propuesto borrar los nombres religiosos del callejero de la ciudad. Y yo que he vivido once años en esa ciudad me acordé de la calle Santa Ángela de la Cruz. Miles de ciudadanos abarrotaron la Plaza Nueva mientras duró el Pleno del Ayuntamiento que debatía estas medidas tan valientes y tan necesarias. ¿Saben lo que más abundaba en la concentración? Pues fotos de Santa Ángela de la Cruz. Yo aprendí en mi etapa sevillana a hacer algo que sigo haciendo hoy: besar el suelo que pisan las Hermanas de la Cruz. La moción fue derrotada. Fue sólo lo que hoy se conoce como postureo. Si le quitan el nombre a la calle de Santa Ángela, el dos de mayo de 1808 se queda una fiesta de guardería al lado de lo que se iba a montar. Menos mal que no se les ocurrió votar la existencia de Dios, como hizo el Ayuntamiento de Reus y el Ateneo de Madrid en días de tormenta ya pasadas. En la votación del Ateneo perdió Dios por un voto. ¡Qué país!

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