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Ya se considera aceptable que alguien intercepte conversaciones privadas para organizar una nueva ceremonia inquisitorial

Supongo que a estas alturas ya nadie se acuerda de la polémica sobre los comentarios machistas de algunos alumnos de Magisterio en un grupo de whatsapp. Hace una semana no se hablaba de otra cosa –el gabinete del doctor Caligari de la Moncloa había decretado la activación urgente de sus armas de distracción masiva–, pero ahora es probable que ya nadie recuerde nada, sumergidos como estamos en otra oleada de distracciones masivas. Pero el asunto es importante porque se trataba de un grupo privado de whatsapp y porque se usaron estos mensajes para emprender una campaña –otra más– de intimidación contra unos particulares que no habían hecho otra cosa que expresar sus ideas en un chat privado (las expresiones eran aborrecibles, sí, ya lo sabemos, pero era un chat privado). Y lo que es peor, esos mensajes fueron aireados y difundidos a los cuatro vientos. Y por si fuera poco, el rectorado de la Universidad de La Rioja intervino en la polémica, pero no lo hizo para defender la libertad de expresión, sino para ponerse de lado de la nueva Policía de la Virtud.

¿Hay que repetir que todos tenemos derecho a decir barbaridades en una conversación privada –privada, repito–, y que nadie puede pedirnos cuentas por lo que digamos en el ámbito doméstico o familiar o amistoso? Me pregunto si no hay chats de mujeres que suelten barbaridades sobre los hombres, porque alguno habrá, imagino, y con todo el derecho del mundo. Y me pregunto también si no habrá chats de nacionalistas vascos o catalanes donde se digan monstruosidades no sólo contra los españoles –a los que nos consideran homínidos subhumanos–, sino sobre los magrebíes y los africanos y los gitanos. De hecho, conozco algunos de estos chats. Y sí, vale, estamos de acuerdo en que las opiniones de los alumnos de Magisterio eran detestables, y más aún en futuros maestros, pero ¿no existe ya la libertad de expresión en el ámbito privado? ¿No tenemos derecho a decir lo que queramos, por muy asquerosas que sean las cosas que digamos?

Pues parece que no. Y en estos últimos años, sin darnos cuenta, hemos entrado en un nuevo territorio donde se considera aceptable que alguien intercepte conversaciones privadas para organizar una nueva ceremonia inquisitorial contra los herejes que contravengan las normas de la Nueva Iglesia de la Verdad Absoluta. Vienen tiempos interesantes.

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