El lado bueno

Ana Santos

¡Camarero! Por favor, a sus pies

¡Camarero! Por favor, a sus pies
¡Camarero! Por favor, a sus pies

10 de agosto 2023 - 05:00

Ayer comí en un restaurante con vistas al mar rodeada de algunas de mis mejores amigas. Estábamos en una terraza amplia donde personas, aparentemente civilizadas, sentadas y en actitud relajada, disfrutaban de refrigerios y viandas varias. La mayoría de los comensales allí reunidos supongo que estarían saboreando un merecido descanso de su actividad laboral, ya que no era ni sábado ni domingo. Ayer comí en un restaurante con vistas al mar rodeada de algunas de mis mejores amigas. Estábamos en una terraza amplia donde personas, aparentemente civilizadas, sentadas y en actitud relajada, disfrutaban de refrigerios y viandas varias. La mayoría de los comensales allí reunidos supongo que estarían saboreando un merecido descanso de su actividad laboral, ya que no era ni sábado ni domingo. Había jóvenes comiendo con más jóvenes y jóvenes tomando nota de lo que los jóvenes sentados elegían del menú. La mayoría de los camareros eran menores de veinticinco años. Los que comían, con más suerte que los que servían, se podría pensar: familias que pueden pagar la universidad, vacaciones y reuniones de amigos en terrazas. Otras necesitan que su hijo trabaje para que pueda seguir estudiando en octubre, para que se pueda sacar el carnet del coche o darse un capricho y comprarse el volante de la Play.

Chicos y chicas, por voluntad propia o ajena, que durante más de ocho horas diarias recogen mesas, friegan, ponen copas, superan los ocho mil pasos en su reloj inteligente sin salir de un bar y encima tienen que poner buena cara cuando un cliente saca los pies del plato. ¡No está pagado! Servir a la gente cuando tiene hambre, prisa y/o poca paciencia es muy difícil. También lo es cuando tienes poca experiencia y si la tienes mereces que pongan tu nombre a una calle: te lo has merecido por tantos años al pie del cañón.

¿Qué cualidades dirías que debe reunir un buen mesero? A mí si me trae la comida que he pedido y no tarda mucho le doy por aprobado. Si nos ponemos exquisitos podemos pensar que la presencia es importante, la amabilidad, que te hable y te escuche con tranquilidad, mirándote a los ojos y sin correr de una mesa a otra; que esté pendiente cuando lo llames, que tenga algo de memoria, y que no meta el dedo en la comida cuando te traiga el plato. Al final la lista es larga pero quiero pensar que no he sido muy exigente.

Lo que todos podemos deducir cuando vamos a comer a un restaurante es que si la plantilla es joven no estará muy bien pagada así que no podemos pedir peras al olmo. Lo que tenemos que hacer es apiadarnos de ellos e intentar ser empáticos y no entorpecer su labor, ya que están intentando sobrevivir y no tirarle la cerveza por encima al que después de cuatro chistes malos y dos silbidos le pide un café de máquina descafeinado con dos sobres de sacarina en taza, tres volteretas, un gol olímpico, un vaso con hielo y un ron cola con granos de café.

Dicen que lo peor de trabajar de cara al público es trabajar y el público: está infravalorado, mal pagado y es estresante. Si no sabes sonreír sin ganas ni ser amable con quién no quieres te tendrás que plantear cambiar de trabajo. Si no tienes otra opción compra sonrisas por Amazon. No desistas en tu empeño si deseas trabajar en esto: lo peor es el público pero también lo mejor. Dedicado a todos los camareros y camareras que nos sufren.

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