Varios anuncios en medios informan de la posibilidad de pedir ayudas o subsidios, pues bien, muchas de ellas están dejándose de solicitar por parte de aquellas personas y familias potencialmente beneficiarias, por desconocimiento o incapacidad para realizar los trámites. Tengo un amigo al que ayudé a solicitar la de doscientos euros de la Agencia Tributaria, cuyo plazo acaba de finalizar, y entre algunos datos, la mayoría redundantes por ser de sobra conocidos por las diferentes administraciones, figuraba la referencia catastral del pequeño piso de alquiler en el que vive con su mujer y sus dos hijas pequeñas. ¿Alguien me puede decir la relevancia que puede llegar a tener para Hacienda tener ese dato, que dudo mucho alguien sea capaz de tener a mano, a no ser que tenga ordenador, conexión a internet y bastante destreza?

Pareciera que las ayudas y subvenciones son cosa exclusiva de lo social, cuando en realidad, ayudas, lo que se dice ayudas, son recibidas por múltiples colectivos, algunos de ellos con enorme potencial, como las solicitadas por una multinacional del automóvil para instalarse en determinada región española, o las de la banca. De esas hay muchísimas y se publicitan y cuestionan bastante menos.

La mayor parte de los subsidios o ayudas que se conceden obligan a dedicar un esfuerzo considerable a los servicios sociales y técnicos de integración de este país a tramitar expedientes y hacer requerimientos de información, relegando una verdadera labor de detección de necesidades y acompañamiento a los más vulnerables.

Existen ayudas muy restrictivas y otras que se dan sin ningún tipo de revisión, como el bono joven o la bonificación del precio de la gasolina. Algunas se publicitan como logros sociales y otras hay que rebuscarlas en las páginas del BOE. Esta esquizofrenia administrativa termina por establecer categorías de personas y entidades con capacidad de búsqueda y gestión de subvenciones y otras muchas que están tan perdidas y abandonadas que jamás las solicitarán.

Urge una revisión del modelo de acompañamiento a las personas más frágiles, que de verdad les dé las oportunidades que, por las circunstancias que sea en sus vidas, no han tenido, para poder llevar una vida digna, y dudo mucho que a través de citas por internet, formularios y listas de espera se pueda lograr. Puede parecer costoso, pero no combatir la pobreza sí que es carísimo.

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