Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
CRÉANME amigos que escribo desde la pena y la decepción -que no la frustración y mucho menos la rendición- con probable falta de cientifismo pero con toda la carga subjetiva de quien quiere, desinteresadamente, a esta tierra como el que más y trabajó -sigo haciéndolo- por prestigiarla, como decían los onubenses cabales, más allá del Puente de la Nicoba, inmortalizado en la soleá que le dedicó la genialidad del inmenso Niño Miguel.
Y es que ese ¡Ay, mi Huelva! del estribillo de la Sevilla de los Cantores de Híspalis, tiene hoy y aquí la significación del lamento en ningún caso el tono admirativo o de piropo de esos intérpretes que, efectivamente, hablan de la estética maravillosa de nuestro entorno y el sentimiento hacia la Patrona. Este lamento mío del ¡ay, mi Huelva! se refiere a la sensación de negación al progreso que sentimos e intuimos algunos onubenses. Y lo afirmo así desde la constatación, no de nuestra tan aludida indolencia o la socorrida -por interesada- apelación a la apatía, de una total ausencia de compromiso por parte de la sociedad civil, pero ¿existe? Sociedad civil que obligue a la actuación política, desde el rigor, la valentía, el servicio público y nunca la docilidad o la demagogia electoral.
¡Ay, mi Huelva! La provincia, quizás, con mayor representación en las más altas instituciones en el estrado de la proclamación de Felipe VI. ¡Ay, mi Huelva! La del encierro de políticos y organizaciones sociales para reivindicar la actualización de nuestras comunicaciones, con toda la razón por supuesto, pero uno que aún conserva la memoria y, además, fue político, recuerda quién suprimió la línea férrea con Ayamonte y lo pretendía con la de Zafra en los inicios de los 80 y se olvidó del desdoble de la 435 entre el 2004-2011 o ¿dónde están los miles de puentes prometidos?... es sólo una breve referencia de la incoherencia política, mientras los no encerrados hacen mutis por el foro, ¿disciplina o miedo? que las listas están cerca. ¡Ay, mi Huelva! La de la suciedad urbana y la dejación creciente: Banco de España, edificio de Hacienda, cuartel de la Policía Nacional, colegio de Ferroviarios, solar del antiguo mercado, espacio del antiguo Colombino,… ¿Qué se espera?, ¿el deterioro suficiente de los edificios para que resulte más costoso rehabilitarlos que tirarlos?, política del Agromán lo llamaría yo.
Con esta somera reflexión de nuestra situación ¿hay motivos para la esperanza o el lamento? De momento me limito al ¡Ay, mi Huelva! desde la tristeza.
También te puede interesar
Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
La colmena
Magdalena Trillo
La no moda del alcohol
La otra orilla
Gonzalo Revilla
Inexplicable
En tránsito
Eduardo Jordá
Esperando el final
Lo último