Monticello

Víctor J. Vázquez

vvazquez@us.es

Amistad política y promiscua

La importancia política del odio no es ajena a un concepto mediocre y puramente tribal de amistad

Uno de nuestros grandes economistas, el profesor Antonio Cabrales, ha tenido que dimitir como consejero del Banco de España por haber suscrito una carta de agradecimiento a la institución académica que acogió a su colega de muchos años, la líder independentista Clara Ponsatí, cuando ésta abandonó España, sustrayéndose del procedimiento penal por su participación en el proceso catalán. El suceso constituye un ejemplo más de hasta qué punto resulta hoy exitoso el rescate que se hace, por la izquierda y por la derecha, de la dualidad amigo-enemigo como concepto central de lo político. La principal fuente de esta tesis, como resulta conocido, es Carl Schmitt, el jurista nazi. Subrayo esto último porque esta idea de lo político es tributaria de una concreta comprensión de la naturaleza humana, en virtud de la cual, es la aversión a un contrario común lo que define nuestro círculo de afecto. Así, dentro de esta ecuación, la importancia política del odio no es ajena a un concepto mediocre y puramente tribal de amistad, donde la lealtad a las personas sólo rige en tanto no contradiga la lealtad al partido. Los gestos de promiscuidad política en la amistad no son normales ni tolerables ya que uno no debe fidelidad a la singularidad de la persona amiga, sino a lo que ella políticamente representa o defiende. Desde esta perspectiva, los amigos son sólo ejemplos particulares de modelos generales y, por lo tanto, no hay drama ni traición alguna en defenestrarlos o cambiarlos por otros cuando estos dejan de pertenecer a ese modelo ideológico. Es normal, dentro este esquema mental, que algunos pongan el grito en el cielo cuando Fernando Savater reclama el indulto para Griñán, o cuando Borja Semper se niega a apostatar de la amistad que desde adolescente le une a Santiago Abascal. Aristóteles, quien distinguía entre diversos tipos de philia, de amistad, reservaba un lugar específico a la politike philia. La amistad política no era la propia de las camarillas, de los hetairoi, sino la que es consecuencia del amor -qué es la philia de los amigos sino una forma de amor - entre aquellos que, dentro de la ciudad, y no perteneciendo a una misma estirpe o grupo, se emparentan en el afecto. La amistad es política, sí, pero no necesariamente en el sentido del totalitarismo político que algunos anhelan, sino desde una perspectiva democrática. La República requiere la virtud de los ciudadanos, también para ser contrarios. No es una comunidad de enemigos profesionales.

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