Ambición desmesurada

Sánchez se contradice en todo lo que le convenga para lograr sus objetivos; su palabra no es creíble

En su último libro, El coraje de la desesperanza, el filósofo esloveno Slavoj Zizek dedica un capítulo a China, al abordar los altibajos del capitalismo global. En él explica cómo se ha conjugado la permanencia en el poder de un partido comunista con la implantación de medidas enteramente de carácter capitalista. Desde una perspectiva de la plasmación de las ideologías en el mundo real, el fenómeno de aquel país, en principio, no deja de ser curioso y de sorprender. Pero a medida que se adentra en las entrañas de su funcionamiento se va detectando y comprendiendo que no es algo muy exclusivo, porque ese supuesto encaje de dos cosas que se valoran como incompatibles es posible gracias a la existencia de unas estructuras y maniobras que se emplean en más de un país y que va en aumento. Con las mismas lo que se hace es generar centros de decisión paralelos que se escapan a un auténtico control democrático y con un gran déficit de transparencia, determinado después, prácticamente sin otra opción, a las instituciones que en verdad están sometidas a las reglas democráticas. En definitiva, un reducido grupo de elegidos dirigen en buena medida los pasos hacia los caminos y objetivos que deben tomar las sociedades. Todo esto hace recordar la reciente medida de Pedro Sánchez, defendida con pasión cuasi adolescente por su fan y vicepresidente Carmen Calvo, de que haya un relator, a la manera de un notario y coordinador, en las conversaciones en una mesa de diálogo entre los partidos catalanes. La idea va en la línea de lo expuesto anteriormente, un círculo cerrado excluyente que decidirá por los demás, a los que marginan, y todo por lo que es bien evidente para cualquiera: para que Sánchez consiga que le aprueben los Presupuestos Generales del Estado y así poder satisfacer su desmesurada ambición personalista de seguir siendo el inquilino de La Moncloa. Algunos han tachado la artimaña de humillación, algo que no es nada nuevo en él. Desde que alcanzó la presidencia, de manera más o menos intensa, ha herido el orgullo y la dignidad de todos aquellos que no comparten sus tesis y, en este caso, sus posturas con los independentistas catalanes. Se ha contradicho en todo lo que le ha sido necesario para lograr sus objetivos; es imposible creer en su palabra. Vende a quien sea o a lo que sea por un plato de lentejas. Pedro Sánchez está llevando peligrosamente al PSOE y a España hacia un precipicio. Se debería reaccionar antes de que sea demasiado tarde.

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