Alucinaciones colectivas

Si han creído ver a un delincuente negociando con la vicepresidenta es que han sufrido una peligrosa alucinación

Estamos viviendo un extraño proceso de alucinación colectiva, tal como les sucedió a los pastorcitos de Fátima que creyeron ver a la Virgen en un alcornoque cerca de la cueva de Iria. El lunes, sin ir más lejos, hubo un nutrido grupo de ciudadanos que creyó ver a la vicepresidenta del Gobierno entrevistándose en Bruselas con un prófugo de la justicia que además había dado un golpe de Estado (posmoderno, eso sí). Pero si alguien creyó haber visto esto, es que estaba muy equivocado. En realidad, nuestros averiados sensores intelectivos nos jugaron una mala pasada. La vicepresidenta no se entrevistó el lunes en Bruselas con un delincuente, prófugo de la justicia, que malversó grandes cantidades de dinero público y además negoció con los servicios secretos de Putin, ese coloso de la política y de la moral pública. Lo que sucedió ayer es que nuestra astuta vicepresidenta –una mujer de agudo intelecto, como todo el mundo sabe– estaba llevando a cabo una compleja negociación política con un gran líder democrático para establecer un nuevo pacto de gobierno. Todo en orden.

Y si alguien tiene dudas, debería consultar inmediatamente con los expertos en neurociencia que nos aclararán las cosas. Ahí están nuestros eximios catedráticos de Derecho (In)Constitucional, nuestros heroicos periodistas de la “prensa de progreso” y los insignes magistrados del Tribunal Constitucional que fueron elegidos por “el gobierno de progreso”. Y por si fuera poco, millones de ciudadanos de firmes convicciones progresistas nos jurarán que estamos equivocados. No se está negociando con un prófugo de la Justicia. Nunca hubo un golpe de Estado en Cataluña. Todo lo que ocurre se ajusta a la más estricta legalidad. Y nadie va a cambiar de tapadillo la Constitución ni alterará las normas jurídicas más elementales. No, no, para nada. Y además, todo lo que está ocurriendo es por nuestro bien. Y si no queremos darnos cuenta, es que nuestra ceguera ideológica nos empuja a vivir en medio de la tiniebla más impenetrable, ahí donde sólo hay superstición e ignorancia. Es decir, fascismo. Es decir, derecha.

O sea que ya lo saben. Si han creído ver a un delincuente negociando con nuestra pizpireta vicepresidenta del Gobierno, es que han sufrido una peligrosa alucinación. Nada de eso es verdad. Y como todos sabemos, 2 + 2= 5.

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