Este artículo no habla de deporte. Vaya por delante aunque su inspirador se dedique al balón. Su historia no es más que el contexto de un problema que tenemos arraigado, tanto que llega un punto que lo asumimos como normal. El técnico del Recre lamentó en voz alta el viernes pasado el dolor que le causa el vertedero en el que se han convertido las redes sociales, la facilidad con la que la crítica cruza la frontera del insulto y la impunidad con la que se escupen improperios desde el anonimato o la seguridad de tener una pantalla como separación. Abel Gómez decidió bloquear en twitter a quienes lo insultaron. Si así lo sintió hizo lo correcto. Personalmente prefiero sinlenciar los ladridos, dejar de escucharlos cuando me ha tocado sin darles ese gusto.

Al Decano el arranque de liga se le ha atascado. Sus resultados deportivos quedan lejos de lo que todos los recreativistas queremos. Todas las miradas se vuelven hacia el banquillo como es habitual en este caso. Es muy probable que Abel esté viviendo sus últimas horas como entrenador del Recre. Al que firma este artículo no le convencen la imagen ni el rendimiento del equipo. Soy el primero que cree que el trabajo del entrenador no cumple las expectativas. Lo he criticado en mis perfiles por ello. Creo necesario su relevo. Y si le tengo que pitar como protesta, le pitaré hasta donde alcanza mi soberanía como público y aficionado. Pero hemos naturalizado de forma muy peligrosa el insulto. Nos está quedando una sociedad preciosa.

Alguien en algún momento acuñó con éxito aquello de 'que se aguante que va en el sueldo'. La frase encierra un fondo infinito de cobardía, dando pie en la supuesta crítica a auténticos atropellos dialécticos, faltas de respeto y pérdida de cualquier justificación moral. En el sueldo de cualquier profesional va asumir la exigencia del cliente/consumidor/espectador o cualquiera que sea la figura que escojamos por el producto que adquiera y paga. Pero no, no va el insulto ni las faltas de respeto o invadir la esfera personal de profesionales que ante todo son personas. A Abel Gómez se le ha criticado estos días que haya bloqueado a aquellos que cruzaron esa línea en sus perfiles. Sobre el césped no estoy conforme con el rendimiento de su Recre que es el nuestro. Y entiendo que en las próximas horas pueda ser destituido. Fuera de él estoy a su lado.

Ya está bien la impunidad con la que campan a sus anchas los valientes del pajarito azul, los perfiles sin rostro y los caraduras que se esconden en un tuit. Críticas todas las del mundo, faltas de respeto e insultos, no. Ni en el mundo del deporte ni en ningún otro ámbito. Hay que trazar un límite a los cobardes. Bien bloqueados están.

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