Hablar de la cantera de fútbol, el pilar más amateur, es el concepto con el que los dirigentes y aficionados se llenan la boca de la manera más fácil. El Recreativo ha pasado hace décadas de disponer de una base prolífera a través de convenios, estancias, control de alimentación y cuidados máximos en el trato con ensayos generales semanales de captaciones de jóvenes venidos de toda la provincia y fuera de ella a la penosa época actual sin una hoja de ruta definida por falta de liquidez y rigor.

Una sensación molesta y aflictiva tanto interior como exterior que deja patente la interrupción de un elemento integrador y cohesionador del Decano de completar unos requisitos, que también afectan al impulso de diversas acciones sociales y culturales, que siempre ayudan al desarrollo y ampliación de la cantera. Aquí todo el vigor, el ánimo, el valor en la formación y preparación cuentan con las puertas abiertas de la fábrica modesta de la Ciudad Deportiva, sin contratos firmados de atamiento por la ruina que tiene hundido al club.

La evolución de trasvase entre categorías necesita el incentivo de evaluaciones previas al último salto de la llamada del primer equipo. Y aquí se corta por no disponer de un filial en Tercera División como acicate de ilusión deportiva en los jóvenes a falta de sustento mensual y ayudas a las familias por los costes de las colaboraciones.

Por mi experiencia desde el año 1980 he tenido la suerte de contar las vivencias de esta bolsa de trabajo fructífero con menos medios a su alcance en la ruta de campos como Los Maristas, los federativos de La Orden o pasando por la urgencia del Psiquiátrico en el duro aprendizaje. Pero había satisfacciones, confianza y seguridad en los resultados del esfuerzo, en el cumplimiento de los deseos y los gustos. Es decir, premiar un beneficio, virtud o mérito de una actividad bajo un control y regulación de estabilidad y bienestar.