Análisis

Sixto Romero Sáchez

Profesor de la Universidad de Huelva. Presidente de la Academia Iberoamericana de la Rábida

Latín, lengua olvidada para las Ciencias (y II)

Permítanme los lectores que concluya esta segunda entrega recomendando, de nuevo, la lectura del libro Latín Lovers de Emilio del Río. En su segundo capítulo, ¿Qué han hecho los romanos por nosotros?, toma como referencia el film La vida de Brian, en la famosa discusión, en la que el líder del grupo Reg, interpretado por John Cleese, pregunta en una reunión de la Asamblea del Frente Popular de Judea ante veinte personas: “...Vale, vale, no desarrolles más el tema. Y a cambio, los romanos, ¿qué nos han dado?...Le contestan: “El acueducto”,…., “…Y el alcantarillado…”, “…Las carreteras…”, “…La sanidad….”, “….la enseñanza….”, “….Los baños públicos…”, “...Y el Derecho….”. Como afirma E. del Río, el resto del diálogo es tal cual, una escena memorable con el genial humor de los Monty Python (grupo británico, de seis humoristas que sintetizó en clave de humor la idiosincrasia británica de las décadas de los 60 y 70, compuesto por Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin).

“…Y además nos dejaron el latín…”. La herencia de los romanos es el latín, a partir del cual obtenemos todas las lenguas romances –que no son sino el latín de la actualidad– además de la poderosa influencia que éste ha ejercido en otras como el inglés o el alemán. Ulteriormente se siguió hablando latín durante siglos, hasta el origen de lenguas románicas o lenguas latinas, e incluso durante varios siglos fue el lenguaje de la ciencia y la filosofía en Europa...” (Del Río, 2019).

Es evidente que sin el latín y la cultura clásica no se podría comprender el auge de la historia y la cultura europea. Coincido con Del Río que el latín no es una lengua muerta, sino inmortal que “… ha formado nuestra lengua, la sociedad y los sentimientos en los cuales todos vivimos…”. Por ello, y no quiero que se entienda como impostura intelectual responder, como anunciaba en la pasada entrega, a las dos cuestiones: ¿Es o no el latín una/la lengua olvidada por excelencia para el científico? ¿En la actualidad cuál es la lengua oficial de las ciencias?

Es probable que, si estas preguntas se hicieran en la calle, un gran número de personas darían la respuesta: sí, a la primera cuestión e inglés a la segunda. Pero opinar así no es tan simple como se explica en un libro bastante sorprendente de Henriette Walter, lingüista y profesora emérita de la Universidad de Haute-Bretagne titulado Honni soit qui mal y pense, l’incroyable histoire d’amour entre le français et l’anglais (Deshonrado sea el que mal piensa, la increíble historia de amor entre el francés y el inglés) (Robert Laffont, 2001). Nos permite comprender que el francés y el inglés no solo tienen una larga historia, sino que siempre han practicado un respeto y feedback mutuos. En uno de los capítulos finales se interesa por los lenguajes de la ciencia y nos recuerda que mucho antes del inglés, el idioma de la ciencia era el griego (que ya había sucedido a los otros idiomas del Mediterráneo y Oriente Medio: el sumerio, el babilonio, el acadio y egipcio). El griego, que dominó las ciencias desde el 500 a. C., fue suplantado por el árabe, que fue la lengua de referencia entre los siglos IX y XIII, que dio paso al latín, que dominó especialmente en los siglos XV y XVI.

Podemos citar: 1) Ambroise Paré nació en el pueblo de Bourg-Hersent, en la región francesa del Maine, hijo de un artesano y una actriz. Debido a su origen humilde no tuvo una formación académica, por lo que desconocía el griego y el latín, utilizó el francés para redactar sus obras. El hecho de utilizar la lengua vernácula permitió una amplia difusión de sus tratados entre los profesionales de la medicina y el público en general. Fue sustituyendo gradualmente a las lenguas nacionales, impartió sus cursos de medicina y cirugía en francés en el siglo XVI en el recién creado Colegio de Francia y el francés se convirtió en la lengua de la ciencia en los siglos XVII y XVIII, Siglo de las luces; b) a Francis Bacon, escribió algunas de sus obras más importantes en inglés y Galileo en italiano. Descartes publicó sus Meditaciones metafísicas en latín, pero escribió el Discurso del método en francés, en 1637. También, las publicaciones periódicas en Holanda, Italia y Suiza se escriben en francés. Es el idioma utilizado en Berlín y Rusia, la Enciclopedia de Diderot y Alembert, completada en 1773, es un éxito en toda Europa. Pero durante este tiempo, como nos recuerda H. Walter, el idioma inglés no permaneció inactivo. Después de Bacon, Isaac Newton y el astrónomo Halley todavía escriben en latín, pero en los siglos XVIII y XIX, a medida que la evolución del progreso científico y técnico, el inglés ocupa un lugar cada vez más prominente y reemplaza al francés.

Hoy en día, el inglés domina en las disciplinas científicas como un idioma de intercambio y publicación, pero cuando uno estudia el vocabulario básico de la ciencia, no es lo mismo: a) en Química, los símbolos de los elementos (Na, K, N, Hg) provienen del latín y el griego; b) en Botánica, en Zoología, la terminología latina todavía está en uso y la Anatomía que enseñan los estudiantes de medicina anglosajones es casi exclusivamente en latín.

En resumen, se pregunta H. Walter: “…a) Si el inglés es hoy el idioma de la ciencia, ¿permanece accesible gracias a la permanencia del latín en su vocabulario, gracias a otra lengua…, tal vez al francés? ; b) ¿La situación sería mucho peor si el lenguaje científico de referencia fuera el chino?...”.

¡Cuestiones para el debate!

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