Análisis

M. Carmen Córdoba

Alegrémonos de bien común

Hay que valorar el trabajo, el buen hacer, y no quedarnos en la monotonía

Comenzó la Cuaresma, una Cuaresma más tardía de lo habitual. Atrás quedó ese primer viernes de marzo, con la visita de miles de devotos a los pies del Señor, ya sea ante un Jesús Cautivo con túnica blanca, al no haberse celebrado aún el Miércoles de Ceniza, o ante Jesús Nazareno, con túnica bordada en oro. ¡Espectacular!, y que tanto está dando que hablar y con cierta relatividad por parte de algunos, que no ha dejado indiferente a nadie. No nos damos cuenta de la trascendencia que tiene, en estos tiempos donde nuestros dogmas se vulneran, de esa cantidad de fieles que ha pasado ante sus pies, postrándose ante Él, haciendo pública esa libertad que todos tenemos hacia nuestras creencias, que deben ser respetadas por encima de todo. Todo el espacio lo llenaba sólo su mirada, y las lágrimas de los fieles que llegaban ante Jesús.

Sin embargo, debemos preguntarnos qué está pasando, ya que ha causado ríos de tinta y muchos han puesto "el grito en el cielo". Y, en un mundo tan deshumanizado, donde reina la hipocresía o envidia, con una crítica destructiva, nos escondemos a través de una máscara: las redes sociales, para así decir lo que nos viene en gana, faltando incluso al respeto, con una falta de humildad, tan necesaria por parte de todos. Tenemos una responsabilidad ante lo que decimos, cuidar nuestras palabras, pues estamos ávidos de autenticidad. Nos alegramos, incluso, de lo que acontece o se logra en otras ciudades, pero no para nuestros Titulares. Pues, me reafirmo: ¡Espectacular la túnica bordada para nuestro Señor!

Hoy, primer Viernes de Cuaresma, se ha pasado a un tiempo litúrgico muy importante para los cristianos, donde debemos redescubrir nuestra fe, necesitamos ayudar a construir un mundo mejor, más sano, y no sólo de palabras, sino también de obras. A ser héroes en la vida diaria, a vivir desde la solidaridad, el amor y el respeto, encontrando la comprensión en el hermano. Y, muchas veces, en ese afán de convertir lo ordinario en extraordinario, se nos olvida vivir lo esencial. Estos días llaman a la calma, al sosiego, a la meditación, y para esto, están las hermandades, que sin quedarse estancadas, sin negarse a la evolución de los tiempos, sin perder su sentido único, siempre comprometidas con nuestra fe, deben fomentar la vida cristiana, y se debe hacer a través del culto a nuestros Titulares, siempre soñando lo mejor para Ellos.

Y desde este fin, por qué no reconocer los grandes acontecimientos, donaciones o adquisiciones que acontecen en cada hermandad, alegrándonos del bien común, que aportan verdaderas obras de arte a la Semana Santa de la ciudad. Hechos que nos hacen grandes, ya sea un bordado, una nueva saya o túnica, una nueva canastilla, un nuevo paso, una bambalina, una nueva pieza de orfebrería… Todo ello, ayuda a engrandecer el patrimonio cofrade, dándole un valor incalculable, que hay que tener en cuenta, no sólo económico, sino también artístico y cultural, que se dejará como legado a generaciones venideras. Hay que valorar el trabajo, el buen hacer, y no quedarnos en la monotonía, saborear cada instante de esta Cuaresma que nos invita a la renovación. Disfrutemos, quedémonos con lo positivo, viviendo este tiempo litúrgico con la máxima plenitud: "Animarse, que esta vida es breve y gozar de nuestro Dios es eterno".

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