OCIb 2019 | Exposición 'ConDados de Niebla'

Aquellos tahúres de la belleza

  • La revista 'ConDados de Niebla' cumple 35 años de vanguardia artística nacional

  • Una exposición recupera ahora su legado tras poner fin a una trayectoria de 22 números en 2002

Juan Cobos Wilkins y Pablo Sycet posan ante un cuadro de Julio Juste en la exposición sobre la revista 'ConDados de Niebla' en la Diputación.

Juan Cobos Wilkins y Pablo Sycet posan ante un cuadro de Julio Juste en la exposición sobre la revista 'ConDados de Niebla' en la Diputación. / Alberto Domínguez

Toda creación, asegura Juan Cobos Wilkins, está en una suerte de tirada de dados en mitad de la niebla que envuelve al artista. Es esa nebulosa plena de misterio, “materia en la que juega el creador”, que puede despejarse y dar paso al brillo, o también oscurecerse y sumirle en un pasaje tenebroso. “Con dados de niebla”, escribe, “jugamos y apostamos los creadores, ignorantes del resultado de nuestra jugada, pero arriesgamos –sin riesgo, no– esperanzados en que el número que ha de salir no desmerezca del deseo y su apuesta. Porque el deseo siempre está, como el horizonte, más allá. Porque la apuesta somos nosotros mismos”.

Era un veinteañero, el escritor onubense, cuando se inspiraba en el francés Stéphane Mallarmé y su poema Un golpe de dados jamás abolirá el azar para bautizar una revista literaria que ha pasado a la posteridad como uno de los grandes actos literarios de la Huelva del siglo XX y, al mismo tiempo, gran apuesta vanguardista, pura tirada de dados, que colocó esta provincia en el mapa cultural de la España que empezaba a florecer tras la dictadura.

Era con dados de niebla. Condados de Niebla, también. Realmente, ConDados de Niebla, como resolvió el artista granadino Julio Juste con esa disposición tipográfica en su cabecera que clarifica la doble lectura. Quedá ahí el arraigo provincial, además, a través de las murallas iliplenses que Cobos Wilkins recuperaba de los versos de Góngora a su conde, pero que bien podrían surgir también tras esa bruma onírica de la creación artística.

Portada del primer número de la revista, ilustrada por Julio Juste. Portada del primer número de la revista, ilustrada por Julio Juste.

Portada del primer número de la revista, ilustrada por Julio Juste.

Fue concebida revista literaria, pero nació hecha arte, acaso sin especificar. Porque arte eran los versos y escritos que guardaban sus páginas, sí, pero también la propia materialización de la palabra en el papel, obra mayúscula de la edición, de la pericia de los impresores que en el pasado dieron forma también a la poesía. Es compendio inusitado, más allá de la gráfica, de la plástica, en una colección de portadas irrepetibles, avance de ilustraciones y fotografías en páginas interiores que han convertido esos volúmenes en relato indiscutible de la creación española de aquellos años.

Defiende Juan Cobos Wilkins –siempre su director, incluso hoy, en el recuerdo–, que fue el “espejo estético de la época”. Porque, ve claro, “una revista tiene que arriesgar y ser reflejo de la época”.

Y aun así fue mucho más. Adelantada a su presente, como sólo la auténtica vanguardia hace posible; como sólo se puede decir de aquellas conservadas frescas e innovadoras en la distancia. Aunque 1984 ya quede lejos; aunque ese 2002 de su adiós con la mayoría de edad parezca más lejano incluso.

Fue hace 35 años ahora cuando irrumpió. No está claro si fue propuesta o encargo. Entendimiento, seguro, entre prometedores escritores de la Huelva de entonces y una institución, la Diputación onubense, que dio facilidades para que el deseo alumbrara realidad. En ese primer número, una realidad superlativa. Todo un divino advenimiento.

Portadade los números 19 y 20, a cargo de Pablo Pérez-Mínguez. Portadade los números 19 y 20, a cargo de Pablo Pérez-Mínguez.

Portadade los números 19 y 20, a cargo de Pablo Pérez-Mínguez.

Juan Cobos habla de “conjunción de voluntades” apoyadas en la fe de un presidente y una vicepresidenta, Manuel Eugenio Romero y Petronila Guerrero, y en ese “aliado fundamental” que fue siempre el director del Área de Cultura, Salvador Mora Villadeamigo, pata indispensable para el sustento del milagro. Eran otros tiempos, de sensibilidad especial por el arte, probablemente de alineación planetaria irrepetible, capaz de un tipo de asombro que hoy parece ya extinguido.

Aquel arranque tuvo el fulgor de la cercanía de los maestros. Tres premios Nobel fueron parte del nacimiento entre reliquias de las letras, como el manuscrito inédito de un Neftalí Reyes de 14 años, mucho antes de ser Pablo Neruda, que el gran pintor de Huelva, Pepe Caballero, amigo y colaborador de Federico García Lorca, ilustró en la llegada del chileno a la estación de Madrid, esperado por Federico en el andén. De puño y letra se leían también versos de Jacinto Benavente en un rescatado escrito por otro de los jóvenes impulsores de la revista, José Juan Díaz Trillo, además de otro premiado de la Academia sueca, el griego Odysseas Elytis, que prestaba sus versos de El jardín mira a las páginas onubenses.

Ese mismo primer número revelador publicaba también cartas inéditas de Alberto Lista a Fernando Blanco y la reproducción autógrafa, entre otros contenidos, de un poema del olvidado onubense José María Morón, accésit del Nacional de Literatura de 1933. Más una separata con un reportaje fotográfico de la casa de Juan Ramón Jiménez en Moguer, a cargo del chileno Pereira Viale, con textos del propio Cobos Wilkins.

Ilustración de Virginia Lasheras para la revista. Ilustración de Virginia Lasheras para la revista.

Ilustración de Virginia Lasheras para la revista. / Virginia Lasheras

Recuerda el poeta director que ConDados de Niebla llegó hasta las manos del entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, que pidió, fascinado por su calidad, presentar la nueva revista en Huelva. Hubo puesta de largo también en Madrid, entre lo más destacado de la élite cultural de la época. Incluso en Lisboa.

“Esa primera entrega de 1984 ya revelaba la incardinación heterodoxa de la propuesta –escribe–, que partiendo de una asumida tradición mostraba su voluntad de innovación, de sorpresa”. Eran, dice, “los caminos de libertad y amplios horizontes por los que anhelaba transitar”.

Fue más que digna sucesora en el tiempo de aquel Papel de Aleluyas que ya asomó la ciudad a la primera línea literaria del país en 1927. Pero en el adelanto posterior mucho tuvo que ver esa relación simbiótica fluida y natural entre las partes literaria y gráfica, entre el propio contenido y el continente, a veces tan frágil como alas de mariposa, tan íntimos como sobres que guardan la correspondencia de un Nobel. Tan revelador como aquellas ediciones facsimilares del acta de nacimiento de Fernando Pessoa, el expediente carcelario de Miguel Hernández o el examen de ingreso en el Bachillerato de Lorca.

Asegura Pablo Sycet, otro nombre fundamental, al lado de Julio Juste en la concepción gráfica de esas páginas, que aquello fue “arte de riesgo”. Ninguna otra publicación, afirma, tuvo “ese cariz tan avanzado, tanto en la parte gráfica como en los originales recopilados”.

Dibujo de José Caballero con Neruda y Lorca para ilustrar un manuscrito inédito del chileno. Dibujo de José Caballero con Neruda y Lorca para ilustrar un manuscrito inédito del chileno.

Dibujo de José Caballero con Neruda y Lorca para ilustrar un manuscrito inédito del chileno. / José Caballero

Las 14 portadas de los 22 números (ocho dobles entre ellos) se atribuyen a nombres tan fundamentales como Guillermo Pérez Villalta, Gerardo Rueda, José Guerrero, Luis Gordillo, Manuel Ocampo o Pablo Pérez-Mínguez, autor de un tríptico desplegable en el penúltimo número. Obras de arte puras, auténticas, exclusivas, entre ilustraciones que acompañaban en su inmortalidad a las letras.

Aquella tirada de dados espectacular en el primer número despejó la neblina de la incertidumbre y abrió las puertas a un mundo que convirtió ConDados de Niebla en referente literario indiscutible. Arrabal, Juan Ramón Jiménez, Leopoldo María Panero, Jaime Gil de Biedma, D.H. Lawrence, Jorge Luis Borges, María Zambrano, Emil Cioran o Arthur Rimbaud, ese otro maldito de Verlaine como Mallarmé. Injusto es nombrar a unos por no hacerlo con otros. Injusto como con fotógrafos y pintores recluidos en el índice de aquellos ejemplares, biblias del arte.

Por eso es un acto de justicia recuperarles a todos en una exposición, La aventura de imprimir la belleza, que hoy presentan en la Diputación Juan Cobos Wilkins y Pablo Sycet. Coinciden ambos en que es justicia también con la propia revista, ajenas las nuevas generaciones a su dimensión, de entonces y de ahora. Este septiembre la entrega el OCIb 2019 con un gran catálogo que retoma el espíritu de entonces. El mismo que hizo grande el acto de la creación artística, sublime aquí durante 18 años. Soberbio aun tras su partida.

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