Cuando Rengel y Marchena se encontraron por primera vez

Historias del fandango

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3. El guitarrista Manolo de Huelva.
Miguel Á. Fernández Borrero

06 de junio 2025 - 05:30

Huelva/EN agosto de 1917, aquel niño de trece años que ya era un profesional del cante (como “cantaor infantil” lo anunciaba el periódico), actuó en el Café Neutral de Isla Cristina, en un espectáculo de variedades junto con la cupletista Mercedes Galindo y la bailarina Pilar Moreno. En Isla permanecieron todavía abiertos en esta década varios cafés cantantes, a pesar del declive general de tales establecimientos, a los que acudía cada vez menos gente. Esta fue su primera actuación fuera de la capital de la que tenemos noticia [1].

1. La Higuerita, 5 agosto 1917.

Reuniones con Antonio Abad

En la segunda década del siglo XX lo que más se cantaba eran los fandanguillos que, a la par que avanzaron los años, fueron ganando el favor popular. Se descubrían y se aprendían nuevas variantes, procedentes principalmente del Alosno y de la comarca de la capital.

A Huelva había llegado un joven alosnero que actuaría como un auténtico monitor enseñando los cantes de su pueblo, que se mezclaban en la calle con los de la capital y su comarca. Era Antonio Abad Sánchez Limón, hijo de alosneros empleados en los Consumos, empático y sociable, buen conversador, que se reunía en El Comercial o en el café Nuevo Mundo con otros aficionados para cantar y hablar de fandangos y del arte flamenco. A esos encuentros asistió para aprender Pepe Marchena, junto a otros aficionados como El Comía, Niño Isidro, Antonio Garrido y el joven Niño de Rengel, que sacaron sabias enseñanzas de aquellos ratos de charla y cante. En esos encuentros se cimentaron amistades entre los jóvenes artistas onubenses que duraron para siempre. El fandango huelvano estaba ebullendo, definiendo sus esencias… “Aquella fue una época dorada para Rengel –explicaba Onofre–, ya que era constantemente requerido para participar en galas benéficas, para las que siempre estuvo dispuesto, o en las muchas fiestas privadas que se organizaban en las casas de la alta sociedad, en las que era muy querido y admirado, tanto por su cante como por sus exquisitas maneras y por su enorme simpatía y gran sentido del humor, que le valieron la admiración de toda Huelva”.

Los niños Rengel y Marchena

Hay una anécdota que contó Manolo de Huelva en 1973, en la que los protagonistas fueron dos “niños” que tenían la misma edad y que brillaban de manera espectacular por su arte. No sabemos el año exacto, pero pudo ocurrir por 1916, 1917, con catorce o quince años ambos. El guitarrista, que también había sido artista precoz, fue invitado para tocar en la fiesta que daba un armador en la capital, y le dijo al jovencito Pepe Marchena:

-. Te voy a llevar para que actúes conmigo en La Viña, y así te das a conocer en Huelva.

Cantó Marchena varias coplas de su repertorio con su personalísimo estilo y el anfitrión, Enrique Rodríguez, le comentó discretamente al guitarrista:

-. Manolo, ¿ves aquel chavalillo que usa gorra y pañuelo blanco en el cuello? Está deseando de cantar. ¿Por qué no le tocas?

Lo llamó, el chico se acercó a él y le preguntó qué iba a cantar. Le respondió “tóqueme por fandangos”.

-. Cantó y armó tal escándalo –contaba el maestro– que Marchena me dijo al oído: “¡Manolo, este es un fenómeno. Yo no me voy de Huelva en unos pocos días para escucharle de cerca!”

Para Manolo de Huelva, Rengel fue “el mejor cantaor por fandangos de España. Cuando desapareció, se llevo consigo los duendes y el embrujo de su personalísimo arte flamenco”.

3. El guitarrista Manolo de Huelva.

La fiesta del “tennis”

En 1921, la onubense plaza de San Francisco fue el escenario de una fiesta andaluza con motivo del concurso nacional de “tennis” (así se escribía entonces, con doble “n”), a la que asistieron numerosas señoras y señoritas de apellido extranjero (el periódico relacionaba en una lista interminable todos sus nombres y se disculpaba finalmente si faltaba alguno “que sentimos no recordar”, en una crónica de sociedad al elegante estilo de la época). En dicha fiesta cantó Rengel por malagueñas acompañado del omnipresente guitarrista para todo Rafael Rofa [2].

2. La Provincia, 12 mayo 1921.

Habría resultado interesante que la crónica concretara si las malagueñas que cantó fueron las bandolás de Juan Breva, un fandango a compás, o si cantó la malagueña de Enrique el Mellizo, un cante nuevo sin compás creado sobre 1870 y que es considerado como la malagueña flamenca. Ambas estaban todavía vigentes y se cantaron mucho por Huelva en ese tiempo de transición en que los fandangos huelvanos desbancaron en el gusto de los artistas y de la gente a los cantes abandolaos malagueños. Aunque las crónicas periodísticas sobre sus actuaciones no lo aclaran y su discografía tampoco, porque en los discos que grabó en 1928 y 1929 no figura este cante, nos inclinamos a creer que interpretaría las malagueñas del cantaor gaditano, más líricas y flamencas.

4. Pepe Marchena.

¿Cómo era la voz de Rengel?

A propósito de su cante, es oportuno recordar que la voz de Rengel en sus discos fue ya una voz afectada y diríase que casi apagada si se la comparara con la que tuvo en su juventud. No conocimos la de entonces, porque no hay grabaciones, pero por viejos testimonios y por los entusiasmos y la emoción que levantaba su cante se puede inferir que debió ser extraordinariamente brillante, una voz natural, limpia, con una buena vocalización, flexible y con un metal seductor para quien le escuchaba.

(Continuará).

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