Migue Amoedo, director de fotografía: "Netflix nos permite contar historias desde Andalucía hacia el mundo"
10 años de Netflix en España
Figura clave en el salto global de 'La casa de papel', el sevillano ha vivido en primera persona la transformación del sector que se ha producido tras la llegada de Netflix a España
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Director de fotografía de confianza de Álex Pina y figura clave en el salto global de La casa de papel, Migue Amoedo (Sevilla, 1976) ha vivido en primera línea la transformación de la industria audiovisual española que se ha producido tras la llegada de Netflix a nuestro país, hace ahora diez años. Embarcado en el rodaje de la segunda temporada de Berlín y a punto de estrenar El refugio atómico, Amoedo reivindica el valor de contar historias desde aquí, con los pies en la tierra y la ambición puesta en el mundo.
Pregunta.¿Cómo empezó su relación con Netflix?
Respuesta.Mi caso particular fue casi como si se me apareciera un ángel. Estábamos haciendo una serie que, en ese momento, Antena 3 estaba a punto de cancelar. Teníamos escritas dos temporadas y ya veíamos venir el corte. Incluso pensábamos en anticipar el final porque sabíamos que no íbamos a llegar al cierre natural. La televisión en abierto en España entonces era como un circo de gladiadores. Nosotros sabíamos que estábamos haciendo un buen producto, pero los hábitos del espectador estaban cambiando. La gente empezaba a maratonear series, y mantenerse en abierto se volvía cada vez más complicado. En ese contexto, Netflix decidió comprar las dos temporadas que ya teníamos escritas, y ahí empezó esta historia tan maravillosa que he tenido la suerte de vivir. Ha sido como vivir la globalización en primera persona. Ver cómo un contenido que haces con toda tu energía y tu mejor voluntad se amplifica al llegar a una plataforma como Netflix, y cómo consigues llegar a sensibilidades que ni sabías que podías tocar, en países que ni imaginabas. Esa fue la primera serie que hizo la productora Vancouver, y a partir de esa colaboración hemos seguido trabajando en exclusiva con Netflix. Todo lo que escribe Álex Pina, el showrunner con el que trabajo, va directamente a Netflix.
P.Entonces la experiencia con la plataforma ha sido muy positiva.
R.Totalmente. Creemos que no podríamos estar en mejor sitio. El impulso que ha dado Netflix a la producción española ha sido brutal, un auténtico efecto multiplicador. En algún momento decidieron tener una sede de producción en Europa y, probablemente por el Brexit y por el éxito de La casa de papel, eligieron España como base. Instalaron aquí diez platós de producción, y desde entonces hemos sentido que nos arropaban constantemente. Nos han permitido evolucionar, avanzar, y lo más importante: ha habido una auténtica reconversión industrial en el sector. La ficción española se ha internacionalizado. Ahora vendemos nuestras series en todo el mundo. Y eso es mucho más que exportar un producto: es una forma de contar historias desde nuestra tierra hacia el mundo. Es una situación muy especial, que debemos aprovechar. Muchos hablan de burbuja, pero yo lucho cada día porque no lo sea. Para que no sea una moda pasajera, sino una nueva realidad.
P.Durante mucho tiempo se pensó que lo que se hace en España no se entendería fuera.
R.Sí, esa idea estaba muy presente. Pero plataformas como Netflix han demostrado no solo que se entiende, sino que se valora, se admira y se le tiene cariño. Es muy sorprendente descubrir que al otro lado del mundo hay gente a la que le pasan las mismas cosas que a ti, que tiene los mismos miedos, que necesita lo mismo. Nosotros practicamos mucho lo que llamamos “expresionismo emocional”. Nuestras historias son como montañas rusas emocionales. Y al final, en eso, todos somos muy parecidos, aunque nos empeñemos en lo contrario. Cuando cuentas una buena historia de amor, o tocas ciertas sensibilidades, se generan vínculos muy fuertes.
P.¿Tiene algún ejemplo de ese impacto internacional?
R.Sí, muchos. Por ejemplo, estuve rodando en Tailandia y la gente reconocía a los personajes de La casa de papel, se encontraban con El Profesor o con Tokio y alucinaban. Recuerdo una señora que abrazó a Álvaro Morte como si fuera su hijo. ¿Cómo es posible que una historia que hicimos aquí haya llegado tan lejos? También estuve en Bogotá presentando una nueva temporada y fue una locura ver a la gente vitorear al personaje de Bogotá. ¡Imagínate! Estás en la ciudad que se llama como el personaje. O una vez, en un evento con Panasonic, conocí al presidente de la compañía, un señor japonés, que me preguntó por Tokio. Yo no entendía a qué se refería, y resultó que hablaba del personaje, no de la ciudad. Esos momentos son muy locos. Y a Úrsula Corberó, por ejemplo, le pasó algo increíble: en un vuelo, Madonna le pidió un autógrafo. Cosas así han convertido lo que hicimos en un fenómeno real.
P.¿Cómo ha cambiado su forma de trabajar desde que está con Netflix?
R.Lo más importante no tiene que ver con presupuesto o tecnología, sino con mentalidad. Hay que mantener una actitud firme, no perder el pie. Es fácil caer en los atajos, pero no podemos permitirnos eso. Tenemos que cuidar cada plano, cada secuencia, porque nuestras series son internacionales, aunque las rodemos en español. Yo insisto mucho en esto con los equipos, sobre todo con la gente nueva. Algunos vienen de trabajar en series regionales o producciones más pequeñas, y mi mensaje es claro: no hay atajos. Tenemos que hacerlo bien, es nuestra única salvación. No nos llaman por ser los más rápidos, sino porque lo hacemos a nuestra manera, con nuestros problemas, con nuestra idiosincrasia. Y eso gusta. Eso tiene un valor, aunque a veces nosotros no se lo demos. Pero hay que dárselo.

P.¿Ha habido también una transformación técnica?
R.Sí, totalmente. Ha habido una profesionalización masiva. Ahora trabajamos en HDR, con resoluciones mayores, con procesos de laboratorio muy exigentes para que nuestras producciones viajen bien. Y eso ha generado puestos de trabajo que antes no existían: tenemos coordinadores de acción, armeros, especialistas, técnicos de efectos físicos... Incluso hay un tipo que se encarga solo de los coches, que los compra de segunda mano, los adapta, los corta para planos imposibles... Cosas que antes veías solo en los making-of de películas americanas. Y ahora, aquí, forman parte de nuestro día a día.
P.¿Y cómo ve esa evolución en Andalucía?
R.Muy positiva. Se me nota, tiro mucho de mi tierra. Muchos de los que trabajan conmigo son andaluces, y yo siempre hablo de Vancouver Sur. Hemos rodado mucho en Almería, y en Berlín 2 hemos dado un paso importante: toda la trama principal se rueda en España, y sobre todo en Sevilla y Cádiz, en Jerez. Antes nos parecía que rodar en el extranjero nos daba más validación, pero ahora sentimos que es el momento de mostrar lo nuestro. Y cuando ves las imágenes rodadas en Sevilla, te das cuenta del potencial que tiene. Todo está más cerca, es más barato, no tienes que coger aviones... y el talento local es brutal. Además, en Andalucía la gente colabora muchísimo. Te ayudan, te reciben con los brazos abiertos. Nada que ver con rodar en otras ciudades europeas. Estamos muy a gusto trabajando aquí.
P.¿En qué están innovando ahora mismo?
R.Estamos muy centrados en la producción virtual. Rodamos exteriores y luego recreamos esas escenas en interiores con condiciones mucho más cómodas para los actores. Y el resultado es impresionante. Es una tecnología que parecía lejana, que uno veía en The Mandalorian o en producciones americanas, y ahora la tenemos aquí, implementada con muchísima fuerza. Estamos sacando material muy bueno.
P.¿Siente que ha renunciado a algo en todo este proceso?
R.Bueno, trabajo un montón, me gustaría tener más tiempo libre. Pero a cambio he ganado algo que para mí es muy valioso: la posibilidad de contar historias desde aquí, desde mi casa, sin tener que irme a vivir a Los Ángeles. Puedo trabajar en proyectos internacionales durmiendo con mi familia y llevando a mi hija al colegio. Y eso, gracias a Netflix, es un logro enorme.
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