Las lágrimas que curan

Martirio, acompañada por a la guitarra por su hijo Raúl Rodríguez.

03 de noviembre 2013 - 05:00

UNO vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida", canta Martirio en este último disco titulado De un mundo raro. Un trabajo musical extraordinario, en el sentido literal de la palabra. Lo es por la voz de Martirio; lo es por la guitarra de Raúl Rodríguez, productor, arreglista y único músico que ha intervenido; lo es por la figura a la que se abraza: Chavela Vargas, la Chamana. Por amor lo es.

La amistad de la cantante onubense y la gran Chavela viene de lejos, de muchos años. Yo diría que, antes de ser, estaban predestinadas a encontrarse. "Y qué hermoso regalo nos hizo a Raúl y a mí al querer que estuviésemos con ella en el escenario en sus dos últimos conciertos". Pareciese que Chavela tuviera dibujado su final: un concierto en México, el penúltimo, y otro, el último, en España, en la Residencia de Estudiantes, para despedirse de su querido Federico, con él, con Lorca, hablaba la Chamana a través de la Luna grande. En ambos conciertos, a uno y otro lado del Atlántico, la acompañó, llamada por ella, Martirio. Ahora, y volver, volver, volver, está en estos Cantes por Chavela, un subtítulo que remite a cuando, por ejemplo, se dice cantes por soleá o cante por Mairena…

-Cantar por Chavela y para Chavela. Es lo que hemos hecho. Aprender de su canto y su silencio, de su grito y su pianíssimo, darle el peso a la palabra como Ella (Martirio quiere que el pronombre personal, al referirse a Chavela, se escriba con mayúscula) nos enseñó, con el vídeo en tu mente de la experiencia vivida y sentida. Con valentía y emoción. Con lágrimas de limpieza, no de tristeza. Chavela convertía las canciones en cante, el cante en poesía y la poesía en verdad.

Asegura Martirio -y lo comparto- que las lágrimas que brotan oyendo cantar a Chavela son sanadoras, que nos limpian, lágrimas que nos curan. La comunión que este De un mundo raro establece de forma tan sutil como poderosa con quien lo escucha también transforma, igual que una catarsis en la que una extraña alquimia hubiese fundido alma y piel, espíritu y carne, mística y sensualidad. Ponme la mano aquí. Al fin, la vida.

-Este es un disco muy especial en mi carrera, único, porque se dan unas coordenadas que difícilmente se podrán repetir. Mi hijo Raúl y yo, solos, acompañados por el silencio, el tercer acompañante. El silencio de la pérdida, de la de Ella y de todas las pérdidas de la gente querida que se quedan dentro de nosotros. La compañía de su legado artístico y personal. Es un trabajo dedicado por los dos a Chavela, a quien tanto amábamos y admirábamos. Hemos querido hacerlo muy desnudo, a flor de piel, trasladando sus canciones a nuestro compás flamenco, devolviéndole esos temas que nos enseñó y recreando su repertorio maravilloso, huyendo de dramatismos y obviedades, con la alegría, la nostalgia y la melancolía del amor y el desamor, pero con la sonrisa del perdón de los rencores y la felicidad de saber que tu corazón ha amado con pasión.

Matriz, es la palabra que me aflora al nombrar este trabajo vuestro, tan turbador para la emoción.

-Las mujeres -dice Raúl- son diosas de la tierra. Crean vida desde dentro, saben que el amor es cierto porque construyen seres hechos de carne sabia. En ese lugar sagrado, dentro de la Mujer, resuena el eco de la única música universal. El Cante es la materia por la que la madre se comunica con el hijo, el primer canal de la verdad. Y es a través del cante que llegamos a entrar en ese espacio sagrado donde empezamos a ser nosotros mismos. Cuando la mujer sabia canta, todos somos hermanos, hijos del mismo son, pertenecemos al mismo mundo y venimos del mismo origen. En todos los pueblos y en todas las eras ha existido y seguirá existiendo esa diosa cantaora, esa Madre Música que canta la verdad, comunicándose directamente con los dioses.

En la selección de canciones, Luz de Luna, La noche de mi amor, Sombras, La Llorona, Quisiera amarte menos, La sandunga, Las simples cosas... es evidente el rigor, la calidez, el conocimiento, el respeto, la autoexigencia...

-Conocí las canciones de Chavela cuando siendo yo no más que una adolescente estudiaba en las Teresianas, las cantábamos las amigas, ¡imagínate, con quince años! Ya me encantaban. Luego, pude asistir a su vuelta a Madrid en la sala Caracol, era 1993, y desde entonces, siempre que venía, yo procuraba estar cerca. Ella no daba consejos, enseñaba siendo. ¡Y cómo era aprender de Ella, aprender de su palabra, de su música, de su vocación! Aprender de su verdad vivida.

El autor de Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual y de Historia mínima de la cultura mexicana en el siglo XX, entre otros muchos libros, el escritor Carlos Monsivais, aseguraba: "Oírla es un compromiso con el pasado y el futuro, cuando Chavela canta, en el teatro está presente el Universo".

-Varias fueron las veces que pude cantar con Ella, en actuaciones y en reuniones, vibrar con su voz, reír con su risa, escucharla contar anécdotas… Recuerdo una fiesta especial donde Raúl le acompañó La Llorona por seguirillas. Y es que Chavela era muy flamenca: cantando, su grito era como el aieo que te pone los pelos de punta de nuestro querido Paco Toronjo. Te llegaba jondo, con su voz de útero, de raíz, de la profundidad de la tierra. Además, a la hora de decidir dedicarle este disco, aún sobrevolaba en nosotros la emoción de haberla acompañado en sus dos últimos conciertos, en México en el Teatro Bellas Artes, y en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Nos llamó expresamente para unirnos a Ella en el homenaje que le quiso hacer a su querido Federico García Lorca, La Luna grande. Y pudimos ver cómo el valor, la voluntad y el sueño de una persona de dimensiones tan enormes, se cumplen superando la edad, la distancia y los problemas de salud. Después…, ya se marchó a su tierra tranquila, a descansar su espíritu preparado para irse y quedarse con nosotros por siempre en los oídos, la memoria y en el corazón.

En un mundo raro es un tema de José Alfredo Jiménez que cantas en el disco, pero habéis mudado la preposición inicial para el título general y un cambio tan simple, sin embargo, da un giro al significado total de la obra, signa e implica unas determinadas connotaciones, un posicionamiento vital…

-Creo que Ella era de un mundo raro, al que nosotros pertenecemos también, ese mundo donde existe la magia, que está dentro de nosotros, en donde lo intangible y lo bello toman cuerpo y te ayudan a crear, a vivir, a aguantar la losa que llevamos encima en estos tiempos. Esa pesadumbre solo la quita la justicia, el cariño, el amor y el arte.

¿Y cómo ves, con las gafas de Martirio, el mundo actual?, ¿y el artístico?

-El mundo de la Cultura está sufriendo terriblemente la subida del IVA, con el 21% no se puede trabajar, ¡hay tanta gente que no puede tirar para adelante…! Muchas veces, entre nosotros, los cantantes nos decimos: "¿Cuánto te ha costado tocar, cantar?" Es inviable, sobrecogedor, indignante. Y en un país que siempre ha destacado por su talento, y éste, además, hace crecer el PIB. La cultura en todas sus facetas es pan para el alma, si no hay arte, apaga y vámonos. Las personas al asistir a una obra bella y asumirla de corazón, se vuelven mejores, se transforman, se cuestionan, reaccionan y se colocan en su eje. Crecemos con la cultura, esa educación adulta que nos mantiene jóvenes y que debemos seguir fomentando y avivando durante toda nuestra existencia.

Tu anterior trabajo discográfico, El aire que te rodea, estuvo íntegramente dedicado a la poesía, atreviéndote con Calderón, Rubén Darío, San Juan de la Cruz, Gabriela Mistral, Ernesto Cardenal... La poesía está en tu pulso.

-Sin duda ese amor lo compartimos, la sonrisa de satisfacción y complicidad que, por ejemplo, se me puso cuando leí este verso tuyo: "La Luna es el gol de la noche", qué hallazgo, es un fogonazo y una imagen que te llena de alegría. La poesía ha sido y es un lugar donde crezco y me alimento, donde me sorprendo y aprendo, donde la belleza y la inteligencia abren caminos imprescindibles al ser humano.

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