Antonio Silva ‘el Portugués’
Historias del fandango
A veces, la Historia hace transparentes personas que deberían tener prestigio y reconocimiento por su importancia y por sus obras; es el caso de El Portugués
Conocido con este apodo, fue un artista flamenco que tuvo notable importancia en el último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX. Si se conoce poco de él es porque, salvo contadas ocasiones, sus actuaciones no aparecieron en la prensa y nadie escribió su biografía. Ni siquiera hay certeza de alguna foto donde aparezca. Pero aunque su nombre ha permanecido en la penumbra flamenca, se le debe considerar como uno de los más destacados cantaores de aquella época. Para el fandango, desde luego, lo fue en los tiempos de consolidación de este cante, porque lo enseñó en Huelva.
Fue discípulo de Silverio Franconetti y de Dolores la Parrala, cuyo fandango se dice que enseñó, entre otros, al jovencísimo Antonio Rengel.
Un sevillano nacido en Portugal
Según exhaustivas investigaciones de Manuel Bohórquez , al parecer Antonio Silva nació en Figueira da Foz (Portugal) en 1852 [1]. En rectificaciones del padrón municipal de Sevilla, en cambio, se indica que nació en 1847. De padre portugués y madre sevillana, fue trasladado siendo muy niño a Castilleja de la Cuesta, donde vivió con sus abuelos hasta que su familia se instaló en Sevilla capital; como quiera que en un documento del padrón municipal de 1896 declaraba llevar cuarenta y cuatro años viviendo en Sevilla, se colige que llegó a esta ciudad con tres años. Su juventud la vivió cerca de la Alameda de Hércules, la zona de mayor actividad flamenca de aquella época, y esa cercanía al ambiente debió facilitarle también los contactos con aquel mundillo. En la rectificación del padrón de 1894 aparece como “profesor de guitarra”, y en la de dos años más tarde figura como “artista” [2].
El testimonio de Manolo de Huelva
Allá por el año 1900, Manolo de Huelva conoció a El Portugués en la tertulia que su padre reunía en su casa [3]. A aquellos encuentros acudían artistas flamencos y aficionados, como el cantaor José Muñoz el Feo, el guitarrista Cirolito, el óptico Baldomero Campos y otros que se reunían para hablar de flamenco y para cantar y tocar. Manolo era aún un muchacho aprendiz de guitarra y de sastre que aprendía flamenco en aquellas reuniones. Y recordaba que Antonio Silva, que era también guitarrista profesional, se acompañaba cantando. “Los polos son las canciones más antiguas –indicaba el de Huelva–. Todos los viejos me dijeron lo mismo cuando yo era niño. La primera vez que los oí fue en boca del cantaor más viejo que yo haya conocido, Antonio Silva el Portugués, español y de Sevilla, pese a que Silva sea un apellido portugués. Le conocí en Huelva, cuando acababa de aprender el oficio de sastre. Mi padre le invitó a casa y Antonio se trajo su guitarra, con la que se acompañaba él solo lo imprescindible, pero no cuadraba ni los polos ni la caña. Aquella fue la primera vez que oí los polos. Tenía una voz semi afillá”.
Muy relacionado con Huelva
El Portugués tuvo mucha relación con Huelva, tanto para actuar como por sus relaciones con artistas del círculo de Silverio Franconetti, como fueron Dolores la Parrala o Salvaorillo de Jerez. De ellos pudo aprender algunos cantes grandes, que eran los que solía cantar El Portugués. De hecho, se dice que fue La Parrala quien, escuchándolo, le recomendó que dejara el oficio de carrero que venía ejerciendo y que se dedicara profesionalmente al cante. Fue discípulo de la cantaora moguereña, y coincidieron cantando en el café de Silverio y en otros cafés de Huelva. Dolores era reputada entonces como la más general y grande cantaora conocida, según Fernando el de Triana. Ambos tenían edades próximas: Dolores nació en 1845 y Antonio en 1847 o en 1852.
Entre sus actuaciones en la provincia, encontramos una ocasión en Isla Cristina en la que intervino como guitarrista, acompañando a Miguel Milena Niño de Granada, que era discípulo suyo [4].
El Niño de Barbate también recordaba que escuchó cantar y tocar la guitarra a El Portugués en el bar Rafaelito de Isla Cristina, y que fue un artista del que aprendió mucho; comentaba de él que había acompañado a figuras tan legendarias como Silverio Franconetti y Mercedes La Sarneta.
Antonio se buscó la vida cantando por pueblos de la Sierra de Huelva y de la baja Extremadura, donde había una notable afición por el flamenco, aunque era territorio poco visitado por los artistas debido a sus deficientes comunicaciones. En tren o en caballerías, se desplazaba a algunos pueblos de Badajoz, y actuó también en la capital [5].
(Continuará).
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