Cultura

Del lado del demonio

  • El Olivo Azul rescata la tercera novela conjunta de Joseph Conrad y Ford Madox Ford, una obra menor pero de agradable lectura que permanecía inédita en castellano

Se habían conocido a finales del siglo, hacia 1898, cuando Conrad tenía algo más de 40 años y Ford, entonces llamado Hueffer, apenas había cumplido los 24. El escritor anglopolaco, ya casado e instalado en Inglaterra, retirado para siempre del mar que le dio la materia prima para buena parte de sus relatos y novelas, había publicado La locura de Almayer y El negro del Narcyssus. Tenía ya cierto prestigio, andaba ocupado en la redacción de El corazón de las tinieblas, pero estaba necesitado de dinero y de relaciones que fortalecieran su seguridad -aunque parezca increíble, había aprendido muy tardíamente la lengua inglesa, a los 20 años- y le animaran en su tarea creadora. El joven Ford, que aún conservaba su apellido alemán -al que renunciaría después de la Gran Guerra-, era todavía una promesa, pero le dio al antiguo marino, que padeció toda su vida de cíclicas depresiones, el aliento y la inspiración que necesitaba. Años después exageraría su influencia en Conrad hasta considerarse poco menos que su padrino literario, pero lo cierto es que entonces, además de alquilarle la casa de campo en la que residieron por esos años el escritor y su familia, jugó un importante papel de acicate.

En su estupenda biografía del autor de Lord Jim -publicada por Lumen en 2007-, John Stape, que no siente gran aprecio por Hueffer/Ford, dice que éste "había de servir de aguijón para que Conrad produjera, una especie de secretaria superior armada de un látigo", a cambio de servicios relacionados con la promoción editorial. En todo caso, ambos fueron amigos, colaboradores y vecinos durante años, hasta que la relación se fue deteriorando y sobrevino la ruptura. Antes de que ello ocurriera, publicaron tres obras en colaboración: Los herederos (1901; traducida por Valdemar en 2009), Romance (1903) y La naturaleza de un crimen (1909), tres discretas nouvelles en las que se nota sobre todo la mano de Ford, muy lejos todavía de los registros alcanzados con El buen soldado o El final del desfile. "Hueffer -confesaría Conrad, respecto a la primera de las tres novelas- era quien llevaba la pluma. Las discusiones eran interminables". En otro lugar, el irritable y genial novelista se refiere a su acuerdo de colaboración como a "la calamitosa sociedad".

Redactada en 1906, La naturaleza de un crimen fue publicada tres años después en las páginas de The English Review -recién fundada por el propio Ford, que ejercía como director- y recogida en volumen en 1924, el mismo año de la muerte de Conrad. En su primera aparición, la obra se atribuía a un improbable barón Ignatz von Aschendorf, ficticio apellido que contiene los nombres de ambos. No suele figurar en las bibliografías, y de hecho no ha vuelto a ser reeditada, pero es un placer poder disfrutar de esta rareza en castellano. Prologada por Jordi Doce, la edición de El Olivo Azul incluye los respectivos prefacios que escribieron los autores, con motivo de la segunda publicación del libro. Como apunta Doce, las palabras preliminares de Conrad son ambivalentes -por no decir sarcásticas- respecto al valor de una novela que le parece lejana y no va mucho más allá, a su juicio, del "simple esbozo". Las de Ford, por su parte, no tienen más remedio -son posteriores- que corroborar este juicio y sobrellevan como pueden el desdén del maestro, con la melancolía que producen las amistades rotas. Ambos, en fin, escriben "mi colaborador" para referirse al otro.

Sin embargo, la obrita no carece de interés. Es ingeniosa, se lee con agrado y tal vez no sea tan olvidable como sus autores parecen pensar. En su prefacio, Conrad afirma que podría ser adscrita al "género de la confesión analítica", que no se contaba por cierto entre los suyos predilectos. Pero La naturaleza de un crimen es también una sofisticada muestra de narrativa epistolar, pues toda la acción se contiene en ocho cartas dirigidas por un hombre de negocios y secreto estafador a una mujer de la que está o dice estar enamorado, a la que hace partícipe de su delito. Ha malversado una herencia cuya gestión le había sido encomendada, está a punto de ser descubierto -el heredero, después de contraer matrimonio, pasará a administrar su fortuna- y afronta el oprobio inminente con una mezcla de amoralidad, elegante cinismo y lucidez desesperada. En el interesado retrato que el narrador hace de sí mismo, en su brillante pero insincera capacidad para explicar sus motivos, radica todo el poder de seducción de una novela que lleva al lector a ponerse, como apunta Doce, "del lado del demonio". No están los tiempos para simpatizar con los delincuentes de guante blanco, pero es inevitable rendirse al encanto de este pájaro con modales de aristócrata: "No hay duda de que llegará un día en que ya no exista la propiedad: me he adelantado a mi tiempo", una frase que podría haber escrito Borges o pronunciado el banquero anarquista de Pessoa.

Joseph Conrad y Ford Madox Ford. Traducción de Pablo Sauras. El Olivo Azul. Córdoba, 2010. 80 páginas. 14 euros.

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