Cultura

La juerga que no cesa

Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!, la primera secuela de Resacón en Las Vegas, el espectacular taquillazo del año 2009 (costó 24 millones de euros y recaudó 320) -y digo primera porque ya se anuncia la tercera ambientada en Amsterdam-, se ha convertido, como era de esperar en el fenómeno de taquilla de la última semana. La secuela que había elevado extraordinariamente la recaudación en las taquillas de Estados Unidos principalmente y otras capitales en las que se ha estrenado, no sólo cosecha los réditos que le ha avalado el afortunado título original sino que, incluso, ha mejorado la estimación de las críticas, despertando una vez más el éxito de las grandes juergas o desmadres cinematográficos que vuelven a ponerse de moda.

Si el precedente, entre otros de diversa índole fue Despedida de soltero (1984), de Neal Israel, lo que dio lugar a las consiguientes secuelas, esta doble resaca de ahora revitaliza el subgénero de la juerga en las que, como se ha dicho acertadamente, una panda de peterpanes celebra una fiesta previa al casorio de uno de sus componentes. Como suele ocurrir, porque de lo contrario, el invento no tendría gracia, el hombre propone y Dios dispone. Es decir los proyectos moderados de los juerguistas acabarán nada menos que en Tailandia con una amnesia colectiva que pone al grupo en trances incontrolados. Esto es el desmadre procaz que desborda -vamos a decirlo con esa estupidez tan de moda- lo políticamente correcto.

Aparte de la habilidad de Todd Phillips, el realizador, para mejorar los presupuestos argumentales de Resacón en Las Vegas, que también dirigió, no podemos olvidar que en el guión están además del director, Craig Mazin, autor de Scary Movie (2000) y sus secuelas -pronto tendremos la quinta-, y Scott Arsmtrong, autor del guión Viaje de pirados (2000), dirigida así mismo por Todd Phillips. Con tales antecedentes ya se pueden figurar por donde van los tiros de esta nueva juerga que viven en Bangkok los amigos de Stu en su despedida de soltero. Mucho más cuando todos los protagonistas repiten sus papeles y bordan perfectamente cuanto de ellos se requiere en una actuación cómica a tono con la farsa que representan en esta fiesta salvaje.

Pero diríamos más a favor de la realización de Todd Phillips dirigiendo esta algarabía cómica que arremete burlona y grotescamente contra todo. Ha sabido usar de cuanto propiciaba una comedia sin limitaciones ni ataduras, de la más bárbaras que puedan haberse acometido en el cine, nada complaciente e inconformista, que a fuerza de bromas y sordidez, en la mayoría de los casos del peor gusto, le canta las cuarenta al más pintado. Es decir no esconde sus cartas sino todo lo contrario, las muestra sin rubor con la más descarada procacidad. Y uno recuerda a algún maestro de la comedia de Hollywood si hubiera podido hacer esto en sus tiempos. Puede gustar o no gustar, divertir o no, pero de esta guisa la transgresión está servida. Utilizando la jerga de moda: uno de los grandes sleepers del año.

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