Cultura

El hombre que nunca existió

Decía un querido maestro que el mito no era una mentira, sino una verdad invertida, de manera que hacía que pasara fuera lo que sólo pasaba dentro de uno o de un círculo afín, ya fuera cierto, fruto del imaginario o máster de alguna estrategia para alcanzar un objetivo. En virtud de este juego nacía y se extendía una verdad virtual con la que podía engañarse a quien conviniera hasta donde la línea roja se hacía visible. El mito en la Antigüedad era también una historia contada que venía a explicar lo que la mente no era capaz de desenredar en cuanto a la presencia de los dioses. Si era la ignorancia lo que creaba el misterio, el ser humano, inasequible al vacío absoluto de razonamientos, recurría al mito para aplacar sus dudas, llenar ese hueco y engarzar el eslabón necesario ante la imposibilidad de hacerlo de otro modo. Todo, menos dejarlo en el aire, aunque en el aire quedara. En suma, para explicarse lo inexplicable.

Algo o mucho de todo esto hay en la apasionante historia de 'El hombre que nunca existió'… podríamos decir: 'fuera', pero que sí existió 'dentro' de quienes urdieron tan insólita secuencia histórica, con nombre y apellidos, documentos en regla, descubrimiento oportuno y sepelio a su hora.

Este es el mito de William Martin, eje de la espléndida obra de Diego Lopa Garrocho, cuya primera parte nos sitúa en la época marco dejando la segunda para hacer un recorrido por los escenarios y los personajes de la trama… la búsqueda de un cadáver en lugar idóneo, el transporte del cuerpo y de sus 'trascendentales' pertenencias, perfil de la novia que no existió, la tensión histórico-mítica entre los días 30 de abril y 2 de mayo de 1943, la confirmación en Londres del cumplimiento del plan, la enigmática tumba en Huelva y las consecuencias de este cúmulo de hechos, sobre los que no cabe extenderse aquí al ser patrimonio del conocimiento común y porque en las páginas del libro se ofrecen enriquecidos con un corpus documental -inédito en algún caso- e iconográfico obtenido por Lopa Garrocho en un paciente trabajo en los archivos de tantas personas e instituciones cuya nómina de agradecimientos es epílogo a la obra.

Las firmas que prologan 'Las caras ocultas de Huelva en la II Guerra Mundial' inciden en la esencia del mito. Francisco José Martínez López, Rector de la UHU, dice que 'hay territorios en los que los mitos creados por el hombre conviven con la vida real […] La provincia de Huelva es un ejemplo casi mágico de esta circunstancia'. El escritor José María Segovia da un paso más cuando expresa que 'William Martin es un personaje ya familiar'. Extraordinaria síntesis. Es asumir el mito como algo propio a la vez que se pregunta aludiendo a un libro anterior de su autoría: '¿Termina aquí la historia del hombre que nunca existió?' Isabel Naylor, Miembro de la Orden el Imperio Británico, que señala: 'nunca llegué a imaginar que disfrutaría tanto recordando, elaborando hipótesis', cree del libro y del mito que estudia, que 'estas páginas vuelven a mirar la historia', y el Doctor en Historia Cristóbal García cierra los previos de la 'fascinante' que nos ocupa, anotando que 'aunque no resultaba fácil decir algo nuevo', [Lopa Garrocho] lo ha hecho 'demostrando que no era una investigación agotada'. En la dirección de lo dicho sobre el mito, no quiero dejar de anotar un párrafo de la carta que Iris Montagu escribe a Isabel Naylor: '…he sabido que es usted la que pone flores en la tumba del Mayor Martin todos los años. En nombre de mi marido, Ewen Montagu, que falleció hace diez años, me gustaría darle las gracias. Es bonito saber que aunque no sea el Mayor Martin el que descansa en tierra extraña, de alguna manera alguien se acuerda de él'.

Vale aquí lo que se dijo en la presentación de la obra: 'cuando se publica un libro, nace una estrella'. La luz del astro -la entraña del mito- es un brillo que nos hace mirarlo como uno de los misterios pendientes.

Lo escribió Juan Ramón Jiménez, el más grande poeta del pasado siglo: 'La chicharra sierra un pino al que nunca se llega'. ¿O era otro animal?

Diego Lopa Garrocho. Universidad de Huelva/ Colección Experiencias.

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