-¿Cómo llegas a la profesión?
-Estudié Políticas y Sociología y durante mis estudios en Madrid trabajé en la hostelería, en todos los posibles puestos. Poco a poco me fue absorbiendo este mundillo hasta que decidí estudiar cocina. Inicio unos cursos en Madrid y los veranos empiezo a trabajar como cocinero. Después, me marcho a París a hacer un curso de cocina; cuando termino la carrera, compagino estudios de cocina y pastelería en París con trabajo. Vuelvo de profesor a Sevilla, imparto cursos similares a los que yo recibí en Madrid, un año más tarde abro Poncio y ahora, 10 años después, cambio a Abades.
-Recuerdo las veces que venías y lo preguntabas todo.
-Me apoyaba en lo que veía. Si hubiese tenido una tradición gastronómica familiar, creo que hubiese sido diferente.
-¿Eres cocinero de vocación?
-Así me siento. Fue como un veneno, como cuando te pica un bicho y te intoxica. Es un mundo que cuando te gusta, cuanto más aprendes, más te das cuenta que sabes menos, y más quieres, por eso creo que es vocacional.
-Has estado muy ligado a la formación, ¿cómo ves la de los futuros cocineros?
-Viví la época en la que la formación empezaba a tener importancia, aunque había pocas escuelas. Creo que en generaciones anteriores a la mía era muy importante la práctica, el pertenecer a una escuela, en el sentido de tener a un cocinero como maestro. Pienso que he sabido valorar y a su vez respetar a estos grandes cocineros que se han hecho a sí mismos por su trabajo y experiencia. En su momento creí conveniente que la formación genérica era importante, por eso decidí irme a una escuela a aprender las técnicas generales. Hoy en día, creo que se está perdiendo un poco tanto el respeto a la tradición como a los cocineros, a los maestros, que porque no estuvieron en su día en una escuela no recibieron tal premio, o tal otro, ya no son tan importantes. Y eso es un gran error. De hecho, la falta de respeto hacia esto y a la tradición hace que los chavales salgan con escasa preparación. Me sorprende la poca formación que tienen en cocina tradicional, y hablo de un gazpacho, de unas lentejas, de una ensaladilla, de ejecutar una limpieza de un pescado, de un solomillo, etcétera...
-¿Es posible que estemos ante una generación mediatizada, más centrada en la puesta en escena asociada a la profesión que a la propia profesión?
-Así lo creo.
-¿Crees que sería interesante tener una gran escuela de turismo y hostelería en Andalucía?
-Absolutamente necesario, una escuela seria, con mucho prestigio; somos una región de servicios y una de las grandes carencias que tenemos es precisamente el nivel de servicio.
-¿Qué opinas de la moda de la cocina científica?
-Para mí esta cocina significa lo que me da: soluciones. Esta gente que puede tener cocina de investigación me parece fantástico. Que alguien lo haga y me transmita sus conocimientos me parece muy bien.
-Este gran salto de pasar de ser empresario a participar en una cadena como es Abades, ¿cómo lo decides?
-Con el restaurante me sentía que había llegado a mi tope, y yo gastronómicamente quiero más. Me gustaría estar entre los que posicionen la cocina andaluza donde creo que debería estar, y si seguía dedicado al negocio no iba a tener tiempo de desarrollar esta ilusión. Poncio está ahí, y Poncio soy yo.
-Un restaurante o un cocinero que tengas como referencia.
-Cuando empecé me apoye en Fernando Córdoba y en ti.
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