Muere Denis Johnson, hijo de América

El autor de la monumental 'Árbol de humo', premio nacional en 2007, fallece a los 67 años

Denis Johnson.
Denis Johnson. / Efe

Un lector cabrón es ese cuyo primer pensamiento al conocer la muerte de uno de sus escritores favoritos es que ya no va a poder leer más libros suyos. ¿Pero acaso no se comporta uno como un cabrón con sus amigos, los auténticos? Y lo son porque se trata de gente que no se anda con medias tintas. Y porque piensan de uno lo mismo que uno piensa de ellos. De lo contrario, se pierde el tiempo. Se trata con gente, y hasta se llega a creer que puede brotar algo parecido a la amistad. Pero no, imposible...

Igual pasa con ciertos -demasiados- escritores. Se intenta el acercamiento. Pasan las páginas. Llega el tedio. Y uno corre lo más rápido posible hasta alejarse.

No ha sido así con Denis Johnson. Al final de la última página te dices: "Qué cabrón, qué libro ha escrito". Y te alegras de haberlo conocido. Y te quedas con el novelón Árbol de humo en el regazo, en silencio, durante un rato, o con los relatos Hijo de Jesús entre las manos, consciente de que atrapas (y te ha atrapado) algo muy preciado.

Johnson murió ayer, a los 67 años. No va a vivir la mierda de Trump, pero de haberlo hecho no habría descompuesto el gesto como si se asomara por primera vez a la gran letrina del imperio. Ya había olisqueado con olfato de sabueso en las fosas sépticas más atoradas, abandonadas y escondidas de su país: porque nació en Múnich, pero era hijo de América. Y en ella (y por ella) escribió Ángeles derrotados, una primera novela que cosechó los elogios de los circunspectos Philip Roth y John Le Carré, impresionados por el estilo de un desconocido escritor que narraba la deriva de unos personajes carne de Greyhound, motel de carretera y matarratas casi sin destilar.

Fueron los ingredientes de la mitología que levantó Johnson, muy lejos del oropel que ha fascinado a otros autores estadounidenses. Su máquina de escribir supuraba alquitrán de arcén de autopista. Con ella compuso la sinfonía patética que suena en Hijo de Jesús, una colección de relatos que toma el nombre de una canción del que sin duda ha sido el grupo de rock que más ha escarbado en el cerebro, las tripas y las venas del hombre, Heroin, de la Velvet Underground: "Cuando me lanzo en mi carrera / y me siento igual que el hijo de Jesús".

Es la América, mucho más cerca de la pesadilla que del sueño, del escritor que murió ayer, de otro grande de eso que se da en llamar las letras americanas, otro tipo que dio cabida en sus páginas a toda esa gente que habita en los márgenes, trastabillando al filo del abismo, olvidada por los poderosos pero también por el resto de la humanidad. Johnson, como Charles Bukowski o como Jim Dodge, entre otros, se acordó de ellos, de todos ellos que, como él, son hijos de América. Mal que le pese a Donald Trump.

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