Historias del Fandango

Cuando Juan Ramón defendió al fandanguillo

  • En esta segunda entrega del fandango y sus debates nos hacemos eco del daño causado a la reputación de este cante por el menosprecio público de Antonio Chacón y la Niña de los Peines

Bar de Doña Rosa en la Plaza de las Monjas, entre 1915 y 1920. Foto del archivo de Domingo Martín.

Bar de Doña Rosa en la Plaza de las Monjas, entre 1915 y 1920. Foto del archivo de Domingo Martín.

A raíz de las declaraciones de Pastora Pavón, el periódico El Liberal reaccionó en Huelva elaborando una “encuesta en defensa del fandanguillo” con las opiniones de personalidades notables de la ciudad y la provincia: el catedrático y político José Marchena Colombo, el poeta Pedro A. Morgado, el doctor y escritor Rogelio Buendía, el torero Manuel Báez Litri, el político y ensayista Manuel de Burgos y Mazo, el noble M. Pérez de Guzmán... y hasta el mismísimo poeta universal Juan Ramón Jiménez, que nunca fue muy flamenco, pero que también salió en defensa del fandango, como todos los consultados.

El Liberal, 26-11-1925 El Liberal, 26-11-1925

El Liberal, 26-11-1925

¿Recuerdan el artículo de E. del Castillo García, de 1923? Pues dos años después le respondía en el mismo medio F. Sánchez Perdiguero con otro titulado “En defensa del fandanguillo”. Este es huelvano y lo defiende con la pasión de los creyentes. “Donde se canta el fandango verdad es en Huelva”.

El Liberal, 23-10-1925 El Liberal, 23-10-1925

El Liberal, 23-10-1925

“No pretendemos -y somos aficionadísimos al cante grande- menospreciar lo que se llama cante jondo... Pero no toleramos ni permitimos que se metan con nuestro fandanguillo. Eso no”, remata su defensa Sánchez Perdiguero con orgullo y emoción.

Sin entrar en otras valoraciones, se constata el gran tirón popular que tiene el fandango en una época de tan buenos cantaores como fueron los años 20 del siglo pasado. Véase esta noticia, que lo expresa bien.

El Liberal, 16-04-1925 El Liberal, 16-04-1925

El Liberal, 16-04-1925

Bien, venimos viendo la evolución de un debate sobre dónde encajar al fandango, si es folclore o es cante flamenco. Pero hay otros debates, de menor entidad aunque sustanciosos,  que permanecen latentes y de vez en cuando afloran. Por ejemplo: fandangos de Huelva frente a fandangos serranos.

Distancias físicas y sociales

Si iniciamos la mirada desde el último tercio del siglo XIX, cuando el fandango se estaba cocinando en los fogones de la creatividad popular con la masa de la vieja memoria ebullendo en el Alosno y por todo el Andévalo y la Sierra, constataremos las distancias físicas y sociológicas, con unas comunicaciones que eran escasas y difíciles. Aplicando la mirada capitalina, se diría que los cantes serranos se situaban ‘de San Bartolomé p’arriba’, ‘allá pa la Sierra’,  Una distancia geográfica,  social y cultural  que duró mucho en la manera de entender a los pobladores ‘del norte’, con los que la costa conectaba a través de los arrieros y excepcionalmente con los ferrocarriles de la minería. Por eso se entiende la lejanía que describe el periodista Pepe de La Rábida en la revista de turismo Huelva festejos veraniegos, de 1925, cuando al hablar de la romería de la Virgen de la Cinta se resistía a la evidencia de que el fandango serrano había calado ya también en el ambiente de la capital.    

El Liberal, 16-04-1925 El Liberal, 16-04-1925

El Liberal, 16-04-1925

Corría el año 1925 y a estas alturas, los cantaores choqueros aún no han grabado discos, aunque son populares y conocidos porque cantan fandangos en fiestas, romerías y festivales. Pero una parte significativa de la ciudadanía no consideraba al fandango como “su” cante, porque a la que valoraba como propia y tradicional era a la seguidilla, o sea la sevillana, y al fandango se le consideraba cante serrano; de ahí que los discos grabados por la Niña de los Peines (1917), Teresita España (1919 y 1921) o Emilia de Benito (1919), Amalia Molina (1920), Cojo de Málaga (1921)... sean llamados genéricamente “fandangos alosneros”, es decir serranos, aunque algunos son musicalmente variantes de Huelva. Para las discográficas, ‘Alosno’ es una marca, la primera marca de fandangos, una especie de denominación de origen. Y con esa vitola llegarán los primeros discos hasta los aficionados.

Como en parte del Condado, tampoco en la Sierra hay mucha conciencia de onubensismo. Afirmaba Javier Sánchez-Dalp, en una alocución dirigida a una reunión de intelectuales en la ciudad serrana, en 1929, que “Aracena entona un fandango que es como un himno en honor a vosotros y abre sus brazos, porque de las entrañas de esta tierra nacen los ríos que dan al mar... Aracena, que no es flamenca porque es serrana, entona un fandanguillo aflamencado en honor de los de “Mediodía”, la joven y nueva generación intelectual sevillana más pujante que nunca, la generación que formará la Sevilla de los cosmopolitismos... -sigue loando a Sevilla-”. ¿Que  Aracena no es flamenca porque es serrana? ¿A dónde iríamos a parar con esa dicotomía, con ese no querer formar parte del territorio fandango y quizás ni de la provincia misma? ¡Si es del todo probable que fue por la Sierra por donde entró el fandango! Esa proclividad hacia Sevilla de parte de nuestra provincia, soslayándola, también ha tenido que ver, históricamente, en los aprecios sobre el fandango.   

La próxima entrega de esta serie de tres sobre el fandango y sus debates: El fandango, ¿un cante pa mujeres?.

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