Cultura

El Festival de Música de Cámara de Isla Cristina conquista la cima de la cultura onubense

  • La costa de Huelva ha vuelto a recoger música clásica en su programación cultural

Festival de música clásica en Isla Cristina

Festival de música clásica en Isla Cristina / M.G.

Las noches de la Costa de la Luz han vuelto a tener el aliciente de la música clásica. Mundo arte ha perseverado para que la música de cámara deleite las noches estivales de Isla Cristina. El acierto de agrupar a maestros internacionales en un conjunto residente, Insula, hace realidad este magno proyecto. Y pese a la amenaza de la pandemia, el balance es satisfactorio, con una asistencia numerosa de público que también recorrió kilómetros para asistir al Festival.

Varios de los programas tenían reclamo al exaltar cada época de la Historia. El concierto inaugural, dedicado al Clasicismo, maravillaba por la admirable conjunción del cuarteto: desde la primera nota del divertimento de Mozart la sonoridad era impecable y homogénea, una interpretación donde la música llegaba al oído en su máximo estado de gracia. Para el conjunto eran muy cómodos los cambios dinámicos, que tenían una naturalidad extraordinaria. Llamó la atención el hecho de que afinaran entre bastidores.

Con Haydn, el punto culminante: armonía propicia, evidente en la textura contrapuntística, una lección de musicalidad con el añadido de un Finale encantador. El gran atractivo de la obra de Beethoven fue cantar a media voz, algo que saben hacer muy pocos; en el Andante con moto quasi allegretto había un drama que pasaba de un instrumento a otro y resaltamos el hermoso empaste del Minueto, lo que permitió gozar de una arquitectura musical. Aquella noche había en el Teatro esa atmósfera prodigiosa que a veces acompaña a una velada; de hecho, los silencios de la partitura se hicieron extensibles entre cada movimiento…

Repetía actuación Insula con un programa dedicado al Romanticismo: versión particular de un concierto de Chopin y un estreno absoluto despertaron la curiosidad de los melómanos. La compositora isleña María José Arenas tuvo el privilegio de vivir la première en su propia tierra de una obra inspirada en Beethoven: die letzte Hand klopft an die Wand. Y siguiendo la reflexión del genio de Bonn, el lenguaje de Arenas también se proyecta hacia otras dimensiones al unir y separar los instrumentos dándole a veces un solo que arropa el resto del conjunto; su paleta sonora recuerda a Schönberg y Takemitsu, con esos trazos de acordes insólitos a modo de soliloquio interpelando a la conciencia; resaltamos las paráfrasis rapsódicas del piano y un solo expresivo del chelo.

Actuación en el Festival de Isla Cristina Actuación en el Festival de Isla Cristina

Actuación en el Festival de Isla Cristina / M.G.

A priori, costaba ubicarse en Chopin pues la desnudez del cuarteto parecía incompleta para los tutti orquestales; sin embargo, los diseños de las cuatro voces desvelaron bellos secretos al oído y la tersura del segundo movimiento fue uno de los hitos del Festival ; Per Rundberg tocó con maestría y honró a la partitura cuidando su sonoridad, nunca rebasada en dinámica. Dvorak resumía las virtudes del Insula: claridad de voces que se dan la mano, ambiente idílico del Lento y un rubato que forjó un Finale sensacional.

El Cuarteto Quiroga abordaba un programa dedicado al siglo XX. Cada obra era un compendio de excelencias que hizo vibrar al público: la conjunción, el juego de dinámicas, la flexibilidad del discurso, el pizzicatoTodo con una precisión de relojería. Turina tuvo una factura formidable, cuyo desarrollo contó con un chelo muy expresivo y un pasaje conjunto en agudo dramático hasta culminarse en un pianissimo de auténtica transfiguración.

Shostakóvich estuvo genial en un sinfín de pasajes contrastados que describían la conmoción que sintió el ruso ante la devastada ciudad de Dresde: el primer movimiento helaba la sangre con un aplomo sobresaliente; el episodio en modo mayor trajo una hebra de esperanza en el dulce pianissimo del chelo; subrayaban la fórmula recurrente de las siglas DSCH en alusión al propio compositor y el cierre fue impresionante, con un valor cíclico perfecto.

Piazzolla tuvo una representación modesta con motivo del centenario de su nacimiento. La partitura de Ginastera era un mosaico inspiradísimo en cuyo primer movimiento escuchábamos un tema semejante al de las bandas sonoras de las películas de los años cincuenta, para el movimiento titulado Calmo e poético hubo un regusto agridulce y luego una intrincada armonía. De propina, una mirada al hogar con folclore gallego. Al término del concierto la organización hizo entrega al cuarteto Quiroga del galardón que cada año se ofrece a un intérprete o conjunto.

Los Jóvenes Talentos Andaluces tuvieron su espacio. Ángeles Salas, María de los Ángeles del Valle y Daniel Barbosa transmitieron frescura, brillantez y seguridad técnica en un programa que ofreció Ravel, Sibelius, Sarasate y Waxman.

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