Desmond no cogió su fusil
Crítica de Cinefilasiete

'hasta el último hombre'HHHHH
Cines Aqualon Puerto Huelva, Multicines Al Andalus Punta Umbría y Cines Artesiete Holea Huelva.- Producción: Estados Unidos, 2016.- T.O: 'Hacksaw Ridge'.- Duración: 131 minutos.- Dirección: Mel Gibson.- Guión: Robert Schenkkan y Randall Wallace.- Fotografía: Simon Duggan.- Música: Rupert Gregson-Williams.- Montaje: John Gilbert.- Intérpretes: Andrew Garfield, Teresa Palmer, Sam Worthington, Rachel Griffiths, Hugo Waerving, Vince Vauughn, Luke Bracey, Matt Nable Richard Roxburg, Luke Bracey, Matt Nable, Richard Roxburgh, Ryan Corr, Ben O´Toole
He tomado en expresión negativa el título de aquella escalofriante e inolvidable película de Dalton Trumbo Johnny cogió su fusil (1971) el más duro alegato contra la guerra y el militarismo que se haya hecho en el cine. Tanto como la imprescindible Senderos de gloria (1957), de Stanley Kubrick -veinte años prohibida en España-, que frecuentemente se ha recordado estos días con motivo de los cien años felizmente cumplidos por Kirk Douglas. No cabe duda de que a partir de ahora habrá que añadir esta película de Mel Gibson, otra contundente denuncia contra el belicismo que no cesa. Tras una larga ausencia en la dirección el actor y realizador neoyorkino, nacionalizado irlandés, emprende una dura apuesta en esta ambiciosa producción que recrea la llamativa hazaña del soldado Desmond T. Doss, cristiano, adventista del séptimo día, que fue el primer objetor de conciencia en el ejército de los Estados Unidos de América en el curso de la II Guerra Mundial.
Las violentas imágenes que inician la película constituyen un fuerte impacto sobre las intenciones del realizador. Corría el año 1945 y las batallas contra el poderoso ejército japonés alcanzaban su mayor grado de horror y destrucción, Desmond T. Doss, enfrentado firmemente contra todo tipo de violencia, por su propia convicción y sus insoslayables principios religiosos, se alista en el ejército para servir como médico de guerra. Contra los designios del mando militar y superando un juicio castrense por su negativa a empuñar un arma, logra por fin su objetivo de servir a su país en el frente japonés como médico. A pesar de ser recibido con recelo por todo el batallón participa en la dura y cruel batalla de la isla de Okinawa -la toma del acantilado Hacksaw Rodge-, una de las más decisivas de la guerra del Pacífico entre abril y junio de 1945. Desmond demostró su valor y profesionalidad salvando la vida de 75 combatientes lo cual le valió ser condecorado con la Medalla de Honor de los Estados Unidos.
Mel Gibson que en su discutida y discutible La pasión de Cristo (1994), entre otras de sus realizaciones más significativas, demostraba su inclinación por la más expresiva violencia, reitera aquí su visceral disposición para no eludir los aspectos más sangrientos y demoledores de la crueldad de la guerra y de sus manifestaciones más agresivas para el espectador aceradas por una visualización de impresionante realismo. En cierto modo recuerda a ese propósito homeopático que suelo atribuir al cine de Sam Peckinpah y la saturación violenta de sus películas. Su relato, entre lo épico y lo bélico abunda, en ocasiones desmesuradamente, en brutales enfrentamientos que pueden caer en la provocación, en esa intencionalidad compulsiva de suscitar una reacción antibelicista. No haría más que traducir en atroces imágenes la realidad de la guerra e interpretar de la manera más contundente los sentimientos del sonriente protagonista, insobornable e irreductible en sus convicciones personales y religiosas.
Pero no todo es guerra. Hay toda una larga primera parte donde se exponen los principios morales y humanos de Desmond Doss. Una exposición entre romántica y dramática, sobre los conflictos familiares, los amores tempranos, su problemático alistamiento en el ejército, la dureza de sus vicisitudes para incorporarse a filas, los tiempos difíciles que vivió enfrentado a sus compañeros y a los mandos que le hicieron la vida imposible, hasta que por fin pudo demostrar con excepcional arrojo y valentía que también se puede luchar en la guerra sin empuñar un rifle. Con toda su retórica, con toda su carga sentimental, con un exceso a veces de los subrayados innecesarios, en esa terrible conclusión final, Mel Gibson inunda la pantalla con las imágenes bélicas más impresionantes que se hayan visto en el cine.
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