La historia terminable

Crítica 'Amanecer, parte 2'

Amanecer, parte 2. Fantástico, EEUU, 2012, 115 min. Dirección: Bill Condon. Guión: Melissa Rosenberg. Fotografía: Guillermo Navarro. Música: Carter Burwell. Intérpretes: Kristen Stewart, Robert Pattinson, Taylor Lautner, Anna Kendrick, Peter Facinelli, Dakota Fanning, Ashley Greene, Elizabeth Reaser, Michael Sheen. Cines: Ábaco, Alameda, Al-Ándalus Bormujos, Arcos, Cineápolis, Cineápolis Montequinto, Cinesa Plaza de Armas 3D, Cinesur Nervión Plaza 3D, CineZona, Los Alcores, Metromar.

La saga Crepúsculo, clausurada ahora con esta segunda entrega de Amanecer, tiene todos los ingredientes para convertirse en objeto de culto a poco que pasen los años, pero un culto friki, gamberro y festivo que verá al fin en tono paródico todo lo que las sucesivas secuelas se han tomado en serio, desde el aliento trágico de sus personajes y criaturas a la trascendencia fatua de sus diálogos, de su ambientación brumosa, norteña e invernal a sus efectos digitales de pacotilla o su casting de catálogo de ropa de H&M.

Amanecer, parte 2 lo anticipa sin disimulo alguno, siendo, tal vez, la más autoparódica (voluntariamente, se entiende) y macarra de todas ellas, entregada a su inevitable conclusión con una desgana y un desinterés por las formas o el relato que deja al descubierto el carácter de folletín barato para adolescentes poco exigentes que siempre fue la literatura de Meyer que la sustenta y los cuatro títulos que la han puesto en imágenes.

Formada ya por fin la familia vampira, canto a la palidez y a los ojos enrojecidos, esta última pieza reúne a las tribus mundiales de los no-muertos para celebrar su diversidad punk y su solidaridad fraternal para vencer al mal (los Volturi encabezados por Michael Sheen), regalándonos una (falsa) apoteósica batalla final en la que Condon y su equipo de efectos especiales no parecen tener la más mínima intención de cuidar el detalle realista en pro de unos fondos digitales que son pura serie B.

Sólo es cuestión de tiempo, decíamos, que estos mismos adolescentes que hoy suspiran y gritan en la sala, se rían a carcajadas de lo que vieron (y de ellos mismos, ojalá) en una pantalla de ordenador o en un salón con sistema Home Cinema. Si es que no lo están haciendo ya.

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